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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Y envió su equipaje al albergo Paternope, en la antigua ribera de Santa Lucía, el mismo que le había designado Freya. Dar suelta á un billete de cinco liras, como avanzada de varias preguntas, fué lo primero que hizo Ferragut al instalarse en una pieza alta, viendo el redondel azul del golfo encuadrado por el marco de un balcón.

Sin embargo, por honradez profesional, le avisó que la signora rubia, la más joven y simpática, había pensado en él al irse, dejando su equipaje en la portería. Se apresuró Ulises á desaparecer. Ya enviaría alguien que recogiese sus maletas. Y tomando otro carruaje, se dirigió al albergo de Santa Lucía... ¡Qué golpe inesperado! Al verle entrar, el portero hizo un gesto de sorpresa y de asombro.

La impaciencia arrastraba á Ulises hasta su hotel, para implorar las luces del portero. Este, animado por la esperanza de un nuevo billete, hacía sonar el teléfono y preguntaba á los criados de los pisos superiores. Luego una sonrisa triste y obsequiosa, como si lamentase sus propias palabras: «La signora no está. La signora ha pasado la noche fuera del albergo.» Y Ferragut partía furioso.

De Génova fué á Roma, y de aquí á Nápoles, con el atrevimiento de la inocencia, empleando palabras españolas y catalanas para reforzar un italiano de corto léxico adquirido en las representaciones de opereta. El único informe positivo que le guiaba en su viaje de aventuras era el nombre de albergo de la ribera de Santa Lucía que le había dado Caragòl como residencia de su padre.

En vista de esto, resolvimos hacer algunas averiguaciones en la Croce di Malta, esa antigua y vieja posada situada en una estrecha calle lateral, peculiarmente italiana, y que prefiere que se la designe aún con el nombre de albergo, en vez del moderno de hotel.

Ferragut quiso saber cuándo había llegado, y el portero, elevando los ojos, se entregó á un largo cálculo mental... Al fin marcó una fecha, y el marino, á su vez, compulsó sus recuerdos. Se dió en la frente una palmada, ruda como un puñetazo. Era su hijo el joven que había visto entrando en el albergo cuando él marchaba á encargarse de la goleta para llevar combustible á los submarinos alemanes.

El criado de don Juan, que no la perdió de vista desde que se apeó del tren, se albergó en el mismo establecimiento, y después de saber dónde se había alojado, a fuerza de propinas, consiguió que le trasladasen a una pieza contigua a la que ella ocupaba: en seguida de lo cual dirigió a su amo un telegrama.

Un brazo tremolaba un pañuelo en la popa de la barca. «¡Adiós, capitán!» Y el capitán movía la cabeza, sonriente y emocionado por el saludo femenil, mientras los marineros envidiaban su buena suerte. Otra vez un hombre de la tripulación llevó el equipaje de Ferragut al albergo de la ribera de Santa Lucía.

Esa línea sinuosa que reune las cimas, desde la más alta cumbre á la llanura, es la verdadera pendiente: es el camino que escogería un gigante calzado con botas mágicas. La montaña que me albergó tanto tiempo es hermosa y serena entre todas por la tranquila regularidad de sus rasgos.

Un día de su inmovilidad representaba más que lo que ganaban los dos hombres en un mes. Esto no puede seguir protestaba Tòni. Su indignación le llevó varias veces á tierra, en busca del capitán. Miró con antipatía al portero del albergo, porque siempre la contestaba que el capitán había salido.

Palabra del Dia

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