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Actualizado: 22 de noviembre de 2025
No cantaba la alondra, como en el jardín de Verona anunciando el alba a los amantes de Shakespeare; pero comenzaba a oírse el chirrido lejano de los carros en los caminos de la campiña, y una canción perezosa y soñolienta entonada por una voz infantil. Adiós, Rafael... Ahora sí que es el último. Nos van a sorprender.
Aún no se habrían extinguido las últimas chispas de la hoguera, y apenas asomaban los primeros rayos del sol sobre la cúspide de las montañas vecinas, cuando las campanas del lugar comenzaron á tocar al alba.
Como, al levantar el campamento antes de llegar el alba, mi mula era la primera que estaba lista, tomaba siempre la delantera, mientras el guía y el mozo de mano arreglaban los cargueros. Así marchaba hasta la mitad del día, solo, perdido en mis pensamientos y dejando a veces escapar exclamaciones de sorpresa ante un cuadro cuya salvaje grandeza me hacía detener a mi pesar.
Así, mucho antes del alba, Isidora, despierta y nerviosa, imaginaba estar en la casa de su tía y de su hermano; los veía como si los tuviera delante; hablaba con ellos preguntando y respondiendo, ya con seriedad, ya con risas, y oía las inflexiones de la voz de cada uno.
El mozo que llevó el recado volvió diciendo que don Pascual había salido al rayar el alba, que no había vuelto aún, que los niños estaban dando la lección con el ayudante y que no bien volviese don Pascual y supiese que don Andrés le llamaba, iría a verle al punto.
The two years following the return of the Armada, Lope continued to live in Valencia, busied with his literary pursuits, but in 1590, after his two years of banishment from Castile had expired, he moved to Toledo and later to Alba de Tormes and entered the service of the Duke of Alba, grandson of the great soldier, in the capacity of secretary.
La víspera del paso del Ecuador, al penetrar la luz del alba en las entrañas del buque, fue esparciéndose con ella una melodía suave de metales discretos, una música con sordina que sólo aspiraba a despertar levemente a los pasajeros, para que reanudasen el sueño con mayor placer.
El tercer viaje, en pleno invierno, fué muy duro, y al final de una noche lluviosa, cuando las sutiles palideces del alba empezaban á sacar de la sombra los contornos todavía esfumados de la realidad, el Mare nostrum llegó á la rada de Salónica. Sólo una vez había estado Ferragut en este puerto, muchos años antes, cuando todavía era de los turcos.
Lo invité a cenar y a pasar la noche con nosotros, puesto que su jornada había concluido también. Al alba nos separaríamos y yo le daría cartas para mi tierra.
Deja a la luna verme con luz tranquila y suave; Deja que el alba envíe su resplandor fugaz, Deja gemir al viento con su murmullo grave, Y si desciende y posa sobre mi cruz un ave, Deja que el ave entone su cantico de paz.
Palabra del Dia
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