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Entre muchos recuerdos históricos, que iban unidos á la puerta, mencionaré el de la muerte del conde del Aguila en 1808, el de la entrada de las tropas españolas en 1812 y el del general López Baño, que en 1823 derribó á cañonazos sus hojas para salvar á la ciudad del furor de los absolutistas.

Pero la Dura tenía todo su ser embargado por la ardentísima ansiedad física que experimentaba, y sus ojos de águila se fijaron en Severiana que escanciaba en un vaso algo del contenido de una botella.

Así es que, por más que D. Casimiro distase mucho de ser un águila en nada, había atinado á darse tan buena traza con economía y juicio, que era un señor acaudalado para lo que entonces se usaba en Villabermeja. Esto se lo debía á mismo, y de ello podía estar con razón y estaba orgulloso.

Yo no diré: alabado sea Dios, porque eso sería pecado; pero ya que el buen Dios lo ha decidido así, quiero por lo menos aprovechar y tratar de reparar la locura de Roberto. Mientras estabas en El Águila Negra, bebiendo tu vino tinto, me puse nuevamente en campaña, trabajé, tomé nuevas informaciones; ya no tiene más que elegir.

En seguida contaban en sus tradiciones que las había guiado una estrella ó una columna de fuego, ó que habían seguido el vuelo de un águila ó que habían ido colocando sus pies en las huellas del casco de un bisonte.

Muy alto y delgado, blanco el cabello y blancos también los desmesurados bigotes que caían laciamente hacia el cuello, parecía conservar por su mirada de águila, la viveza de sus ademanes y la gracia de su paso todo el vigor de la juventud.

Suele, tal vez ser tan ligera, como Va por el aire el aguila, ó saeta, Y tal vez anda con los pies de plomo. Pero para la carga de un poeta, Siempre ligera, qualquier bestia puede Llevarla, pues carece de maleta. Que es caso ya infalible, que aunque herede Riquezas un poeta, en poder suyo No aumentarlas, perderlas le sucede.

Al sentarse frente a él, Andrés observó que la luz del velón hería de lleno cierto cuadro que colgaba de la pared, representando un militar a caballo. ¿Qué general es ése, tío? preguntó, dando por supuesto que era un general. D. Ramón Cabrera dijo el cura ahuecando la voz. ¿No le conoces por su mirada de águila?

Este uniforme, mezcla de japonés y de alemán, quedó en una silla, bajo la mirada pensativa del héroe. La gorra con entorchados deslumbrantes y un águila de oro enorme, los bordados de las mangas y las hombreras, parecían herir su vista.