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Actualizado: 6 de junio de 2025


Los mismos incidentes cotidianos, repetidos mecánicamente, van tomando diferente semblante y adquiriendo valor más preciso. Según la estructura de la piedra, el curso y agresión de las aguas a unas las monda, redondea y suaviza, y a otras les saca ángulos, aristas y púas, hasta que un día, de pronto, cortan como cuchillos y penetran como puñales.

Temió, si huía, anticipar la agresión, ser detenido por el insulto; y con la esperanza de pasar inadvertido, permaneció inmóvil, como subyugado por una impresión que no era de miedo, pero de algo más que prudencia.

Una carta de su antiguo segundo, recibida al mismo tiempo que la del defensor de Freya, hablaba de los grandes crímenes que la agresión submarina estaba realizando en el Mediterráneo. Algunos de ellos llegaban á conocerse por los náufragos que conseguían alcanzar la costa después de largas horas de lucha ó eran recogidos por otros buques. Los más quedaban ignorados en el misterio de las olas.

Por otra parte, no seré yo el que acuse a los hombres que declaman contra ciertas consecuencias por aversión a todos los principios, y que no combaten, en el fantasma de la nobleza actual, más que la existencia aún positiva de la monarquía... Hay que confesar que nunca hubiera estado más fuera de lugar semejante género de agresión. No me queda más que una palabra por decir.

Andaba no lejos de allí un hermano de D. Diego de Ulloa, el cual también era canónigo, y al enterarse de la escena acudió en defensa de su hermano, y «viendo trabada la pendencia dice la historia arrebató la espada á uno de los criados que le acompañaban, y armado con ella y seguido de los otros sus criados y de los de su hermano, que desnudaron las suyas, se arrojó sobre el arcediano de Niebla, en cuyo auxilio tuvieron tiempo de llegar algunas de las personas que estaban en la iglesia, y que también espada en mano se opusieron á tan sacrílega y brutal agresión

Gallardo quedó aturdido por el dolor y la vergüenza, mientras la dama, como si comprendiese lo extemporáneo de su agresión, intentaba justificarla con una fría hostilidad. Es para que aprendas. Yo lo que sois vosotros los toreros. Me dejaría atropellar una vez, y acabarías zurrándome todos los días, como a una gitana de Triana... Bien está lo hecho. Hay que conservar las distancias.

Los otros debían continuar su rumbo tranquilamente, sin preocuparse de la agresión. Si el buque de delante ó el que seguía á popa era torpedeado, no había que detenerse para darle auxilio. Los torpederos y «chaluteros» se encargarían de salvar á los náufragos, si resultaba posible.

Se estaba muy bien en casa de Copa oyendo á este hombre. ¡Qué cosas se le ocurrían!... Pero el marido de Pepeta se mostró sombrío, y muchos advirtieron en él la mirada de través, aquella mirada de homicida que conocían de antiguo en la taberna, como signo indudable de inmediata agresión.

De pronto se agachó, buscando piedras en la obscuridad para arrojarlas contra Febrer, y a cada pedrada retrocedía algunos pasos, como para defenderse de una nueva agresión. Los guijarros, despedidos por sus brazos débiles, fueron a perderse en la sombra o rebotaron contra el porche.

Centenares de hombres vivían allí, sin que un grito, una palabra, un suspiro, conmoviese el silencio de estas naves, que parecían las de una catedral abandonada. Nunca se había creído valeroso; desconocía el impulso brutal de la agresión; pero a la vista de este cementerio de vivos se juró ser aún más prudente.

Palabra del Dia

plune

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