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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Y quédate con el resto del dinero, porque a ti puede hacerte falta y a no. Mario quedó suspenso. Una vaga inquietud agitó momentáneamente su espíritu; pero con la inconsciencia que le caracterizaba no pensó más en ello. Sin embargo, a la segunda vez que esto pasó no pudo menos de preguntar: ¿Y de dónde sacas el dinero? Carlota se puso colorada.

¿Qué se atreve usted á decir? exclamó Núñez levantándose como una furia y apostrofando al primer orador. ¡Qué injuria dirige usted á mis amigos, á mi! , señores gritó el otro: desconfiad de los aragoneses. Un aragonés agitó las turbas el día de la procesión del retrato. Algunos miraron á Lázaro que, mudo y helado, presenciaba aquella escena. Y no lo dudéis continuó el orador.

A no has de engañarme, como a tu padre dijo por último, andas en algo malo, Quilito, y si te escondes, es que el remordimiento te persigue... de alguna acción vituperable... ¡no cuál! Seré muy torpe, pero me parece que juegas... y si juegas, que has perdido... ¿he dado en el clavo? ¿ o no? Tan había dado, que el chico se agitó, como si acabara de recibir un alfilerazo.

Se agitó la muchedumbre en la calle de las Sierpes con alegre curiosidad. Los «pasos» de la Macarena, formando ahora compacta procesión, avanzaban acompañados de una banda de música. Redoblaban con furia los tambores, rugían las trompetas, gritaba el bullicioso tropel de los «macarenos», y la gente subíase en las sillas para ver mejor el ruidoso y lento desfile.

Los sollozos se mezclaron pronto con la risa, y por último, doña Luz cayó al suelo como desplomada, y allí se agitó en fuertes convulsiones. Don Acisclo tocó entonces la campanilla, llamó a voces a la gente de casa, y acudieron D. Gregorio, Juana, Tomás y otros criados. Todos se aterraron. Las convulsiones seguían. Juana mandó llamar al médico D. Anselmo.

Montenegro creyó que le había reconocido, pues al alejarse, agitó una mano entre la nube de polvo, gritándole algo que no pudo oír. Esos van de juerga, don Fernando dijo el joven cuando se restableció el silencio en el camino. Les parece estrecha la ciudad, y, como mañana es domingo, querrán pasarlo en Matanzuela a sus anchas.

Hace quince días me entregó otro de nueve mil.... Aquí está. La misma operación, y el mismo silencio. El mes pasado me presentó tres; uno de siete mil, otro de once mil y otro de cuatro mil.... Aquí los tengo también. Osorio agitó el puñado de papeles un instante delante de los ojos de la dama. Viendo que ésta no despegaba los labios, preguntó: ¿Estás conforme? ¿Con qué? dijo secamente.

A continuación de los disparos había sentido un choque en el pie derecho, un choque violentísimo, mucho más doloroso que un pisotón, y que agitó con estremecimientos de suplicio toda la sensibilidad de esta parte de su cuerpo. Estaba herido, y su inquietud fue en aumento al mirarse el pie y no ver en él señal alguna de perforación ni goteo de sangre.

No quiero maldecirte, porque la maldición de un padre es siempre escuchada por Alá...; no, no me atrevo a maldecirte...! Con estas palabras agitó su mano izquierda hacia atrás, y taloneando fuertemente la mula, dejó caer al suelo toda la hogaza, desapareciendo en seguida entre los peñascos.

El mísero jaco sintió una rabia de cordero en los estremecimientos de su agonía, y mordió la mano del hombre. Este dio un grito, agitó la diestra ensangrentada y apretó el puñal, hasta que el caballo cesó de patalear, quedando con las extremidades rígidas.

Palabra del Dia

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