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Habiéndose aumentado el vecindario de Córdoba con las cabilas enteras que á ella acudian de la costa de Berbería y otros puntos de Africa, y creciendo cada vez más en importancia y esplendor la corte de los califas, no bastaban ya los arrabales y las afueras de la capital para contener esta superabundancia de poblacion, ni tampoco la mezquita Aljama era suficientemente espaciosa para que cupiesen en ella los fieles que se agolpaban á la oracion los dias de juma.

Tirso tuvo miedo, no al hombre, al escándalo, y sin desplegar los labios siguió a Millán con la vista, hasta que se cerró tras él la puerta. Pepe aguardó el resultado de la entrevista en un cafetín de las afueras cercano al convento.

Un día de revolución un patriota le había dado el ¡quién vive! en las afueras, cerca de la noche. De Pas rompió el fusil de chispa en las espaldas del aguerrido centinela, que le había querido coser a bayonetazos, porque no se entregaba a discreción.

En América atacan los ferrocarriles y las diligencias y hasta los tranvías en las afueras de las poblasiones; yo lo he visto muchas veces en los sinematógrafos.

Luego, sin mirarle, emprendí una carrera desesperada, loca, al través de las calles. Llegué á las afueras de la ciudad y allí me detuve jadeante y sudoroso. Aquel guardia me conocía. Lo más probable es que viniera á preguntarme algo referente á mi yerno. Mi conducta extravagante le había llenado de asombro. Mi sudor se tornó frío de repente.

Recorrió los establecimientos públicos de día y de noche; hizo averiguaciones en los hoteles; tomó carruajes para visitar las afueras más pintorescas. Durante cuatro días insistió en sus pesquisas, sin resultado alguno. Llegó á dudar de la veracidad del tío Caragòl. Tal vez estaba ebrio al volver al buque y había inventado aquel encuentro.

Porque advierto a usted, señorito, que yo soy muy celosa, y si me haces alguna de las tuyas, grandísimo pillo, me la pagarás... ¡vaya si me la pagarás! Habían entrado en el camino viejo que conduce de Madrid a la Patriarcal de San Martín. Por este camino bajaban, al caer la tarde, las mendigas de las afueras para recoger la sopa en el Asilo de San Bernardino.

Y cuando he salido a la calle y he peregrinado entre las tinieblas, en la noche silenciosa, a lo largo de los vetustos palacios, al ras de las enormes rejas saledizas, que tantos suspiros recogieron, he sentido una grande, una profunda, una abrumadora ternura hacia este pueblo muerto. Salgo, después de comer, a las afueras del pueblo; me recuesto al pie de un largo bardal.

Conservas todavía la cara del hombre, pero no su color. ¡En qué has empleado la fortunita que te proporcionamos? Te has revolcado en el cieno de todos los vicios, y te he encontrado en las afueras de París, tirado como un cerdo en el suelo de la taberna más inmunda.

Luego, media hora para almorzar, un cuarto de hora de descanso. Apenas me quedaba tiempo para rascarme. Aquella portentosa obra le caligrafía me puso de muy mal humor, sobre todo porque advertí que debía pasar la mayor parte del día en las oficinas de la fábrica, situada en las afueras de la ciudad, hacia el barrio de San Bernardo.