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Actualizado: 6 de junio de 2025


Aunque en esta parte no parece razonable alabar en todo sus fallos, siendo tan falaz su fundamento, debemos, no obstante, confesar que ataca sólo las exageraciones y los excesos, y la falta de dignidad y de moralidad, que se advertía en muchas producciones dramáticas de la época.

Dicho sea en honor de la verdad, Ricardo cuando pidió el traslado sentía ganas vehementes de perder de vista para siempre aquellos lugares, donde tan feliz había sido y donde iba a ser tan desgraciado; mas ahora, después de transcurrido un mes, se habían calmado un tanto sus congojas y andaba cerca de acostumbrarse a su desgracia. No obstante, seguía muy abatido. Toda la villa lo advertía.

El cazador que venía delante representaba veintiocho o treinta años: alto y bien barbado, tenía el pescuezo y rostro quemados del sol, pero por venir despechugado y sombrero en mano, se advertía la blancura de la piel no expuesta a la intemperie, en la frente y en la tabla de pecho, cuyos diámetros indicaban complexión robusta, supuesto que confirmaba la isleta de vello rizoso que dividía ambas tetillas.

Cuando pensaba que nadie la miraba, quedábase largo rato con los ojos en el vacío, pasaba por ellos una ráfaga de ternura y concluían por arrasársele. Entonces se ponía guapa de veras. Apetecía ir a besarla. Mas si se advertía que la estaban mirando, volvía a poner aquellos ojazos crueles que a todas nos asustaban.

Osorio viene jugando a la baja hace tiempo y los fondos se empeñan en subir respondió el estadista levantando la cabeza con gesto petulante de pavo real. En el tono con que pronunció estas palabras se advertía satisfacción. Para un ministro, jugar a la baja es siempre un crimen digno de castigo.

Aquella mirada brillante y dulce empapada en llanto, tenía una expresión de reproche, de dulzura, de indecible perspicacia. Hubiérase dicho que estaba menos asombrada de una confesión ya hecha, que espantada de la inútil ansiedad que advertía en .

José Luis, que había interrumpido intrigado por aquel mudo lenguaje una relación sobre costumbres típicas en el sur de España, la reanudó al momento. Su charla era chispeante, llena de comparaciones pintorescas y de reflexiones chistosas que intercalaba con evidente propósito de matizar más brillantemente su relación. Pero se advertía que algún episodio de efecto lo contaba ya de memoria.

Pero cuando se quedaba sola y tenía que sacudirles el polvo, en la displicencia con que empuñaba el plumero y en el gesto desabrido con que tarareaba cualquier cancioncilla de zarzuela se advertía perfectamente que el arte de Fidias no había logrado apoderarse de su alma.

No es cierto; pero está muy bien la modestia, unida a la hermosura y al talento. No; si ya de sobra que no tengo talento. No te mortifiques en decírmelo. Hija, te acabo de manifestar lo contrario... En el tono displicente de Fernanda iba entrando un poco de acritud. En el del conde, pausado, ceremonioso, se advertía leve matiz de ironía. Vamos, entonces te he entendido al revés.

Llamábanla la marquesa de Paroliñac; su hija, muchacha de quince años, era uno de los apúntes, y con un guiñar de ojos advertía á su madre las picardigüelas de los pobres apuntes que procuraban enmendar los rigores de la mala suerte. Entráron el abate, Candido y Martin, y nadie se levantó á darles las buenas noches, ni los saludó, ni los miró siquiera; tan ocupados todos estaban en sus naypes.

Palabra del Dia

cabalgaría

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