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Actualizado: 23 de mayo de 2025


En la misma tarde pasó don Mariano por la casa de sus amigos a agradecer la atención. Eran deliciosos sus pastelitos. Se notaban en ellos las manos de una hada benéfica dijo a Laura. Sin atreverse a aceptar un agradecimiento que no mereciera, Laura parecía turbada... Adolfo, que estaba presente, contestó entonces por ella: No son obra de Laura, Vázquez, sino de Coca...

Una vez comprobadas estas preciosas observaciones, se apresuró a formularlas por escrito en su cuaderno de notas. Mientras D. Pantaleón se alzaba de golpe con raudo vuelo a las esferas más altas del pensamiento, su amistad con Adolfo Moreno, origen de este memorable suceso, se estrechaba cada vez más. Moreno comenzó a visitar la casa; se pasaba las horas encerrado con aquél en su gabinete.

Tanto don Adolfo Bonilla como don Felipe Pérez indagaron con prolijidad cuándo hubo de escribir su obrita Vélez de Guevara, y si la escribió seguidamente, o a trozos y aun con largos intervalos entre unos y otros capítulos.

Pero a veces, cuando el preopinante esfuerza demasiado la argumentación, las copas o las tazas suelen rodar por el suelo y quebrarse. Entonces es el preopinante quien se desconcierta y dirige con turbado semblante miradas tímidas hacia el mostrador. Adolfo Moreno gozaba incomparablemente en estas discusiones que le permitían lucir sus conocimientos en las ciencias naturales.

Adolfo, que fuera educado en la abundancia y la holgazanería, tomó sobre las deudas de su padre, púsose a trabajar empeñosamente, y casó con una niña modesta y bella... Pero estaba escrito que el destino probaría la paciencia de aquella familia. Al nacer el que sería primogénito de Adolfo, murió la madre y murió el chico...

Aun después del trabajo llevado a cabo por don Adolfo Bonilla y San Martín en su edición de Madrid de 1910, la novela de Vélez de Guevara queda aguardando un comentario que la explique y la ponga al alcance generalEse comentario que el señor Nercasseau echaba de menos es el que, con temeridad que no puede buscar disculpa en la inexperiencia de los pocos años, he intentado en la presente edición. ¿Habré conseguido darle cima?

Laura era ya tan ducha en conocerlos, que por el sobre distinguía la una de los otros. Los sobres limpios y firmemente escritos eran de felicitaciones; los sobres sucios, ordinarios y con letra desfigurada o de imprenta, de anónimos difamatorios... Para mayor brevedad, todo se rompía o iba al canasto. Adolfo tomaba las cosas con visible y creciente mal humor.

Me sorprende muchísimo, señor de Moreno le dijo un día D. Pantaleón, después de oírle exponer asombrosamente durante media hora lo menos «las enfermedades de la sangre del ratónme extraña muchísimo que con los grandes conocimientos que usted posee no sea usted médico o ingeniero, o por lo menos doctor en ciencias. La boca de Adolfo se contrajo con una sonrisa dolorosa y sarcástica.

...En efecto, en la próxima visita de Adolfo y Laura a la estancia de Vázquez, dijo Vázquez a Laura: Tengo todavía un servicio que pedirle... Laura guardó silencio... Tengo que pedirle me acepte un nuevo regalo que he recibido de Buenos-Aires... Laura hizo un ademán significando que, si era un objeto de valor, estaba ya decidida a no aceptarlo...

¡Oh, qué trabajadora es Maximina! dijo Miguel acercándose a ella sin hacer caso alguno de Adolfo, que le había sido antipático. A la luz del día pudo apreciar mejor su figura.

Palabra del Dia

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