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Nada ni nadie me hará desistir, tontín, y yo te respondo que mi actitud, ¡vivan las actitudes! será tan firme, que ha de causarte admiración. El suplicio de tener que oir las simplezas y ver el antipático semblante de Cuatro Vientos me dará fuerza para resistir al sistema arbitrario y á las medidas preventivas de mamá

Por eso, donde más lucía era gobernando su yacht: le había llamado a ella varias veces la atención aquella tarde. ¡Qué actitudes tan hermosas tomaba en los momentos de mayor cuidado!

El tono en que se dirigía a ella ya no era el humilde y cortesano del principio: corregíala a menudo en la manera de decir, señalábala las actitudes y el gesto que debía adoptar, y a veces, cuando la actriz no comprendía bien sus deseos, llegaba a dirigirla públicamente palabras severas y miradas más severas aún. Nuestro poeta tronaba y relampagueaba ya como amo y señor.

Así como en las mutaciones de cuadros disolventes, a medida que unas figuras se borran van apareciendo las líneas de otras, primero una vaguedad o presentimiento de las nuevas formas, después contornos, luego masas de color, y por fin, las actitudes completas, así en la mente de Fortunata empezaron a esbozarse desde aquella noche, cual apariencias que brotan en la nebulosa del sueño, las personas de Maxi, de doña Lupe, de Nicolás Rubín y hasta de la misma Papitos.

Las actitudes de los indios, su casi completa desnudez, sus miradas astutas, sus rostros mates y cobrizos, sus armas primitivas, todo en fin revela ó finge en esas estatuas de cera, la vida, la pasión, la energía de su modo de ser y de su peligrosa situación del momento.

Casi podía decirse que al reír su envoltura corpórea, el alma quedaba indiferente y seria. Inspiraba lástima y miedo. Saludó con breves palabras, con monosílabos casi, y fue la única persona que no hizo a Melchor los agasajos que todos. Cuando éste le invitó a participar del almuerzo rechazó el ofrecimiento con actitudes que lo mismo parecían de recelo que de timidez. Gracias... Ya churrasquié...

El interior del buque presentaba el triste espectáculo del principio de un viaje marítimo. Los pasajeros amontonados luchaban con las fatigas del mareo. Veíanse mujeres en extrañas actitudes, desordenados los cabellos, ajados los camisolines, chafados los sombreros.

Hubiérase dicho que aquellas actitudes semejantes a las de una persona que marcha y tiene calor, refrescaban su memoria. Buscaba un nombre, una fecha, perdía y recobraba sin cesar el hilo enredado de un itinerario y se reía a carcajadas cuando la confusión de su relato era tan grande que se veía obligada a pedir ayuda a la clara y firme memoria de Julia.