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Actualizado: 10 de julio de 2025
Permítame que le alumbre. Perdón... ¿debo esperar nuevas órdenes antes de consagrar al pago de los acreedores el precio de los dijes y joyas que tengo en mi poder? No, ciertamente. Espero, además, que de lo que resta, se cobre usted la justa remuneración de sus buenos oficios.
A poco de celebrarse las dos bodas, trasladose Doña Paca de la calle del Almendro a la Imperial, buscando siempre baraturas, que al fin y al cabo no le resolvían el problema de vivir sin recursos. Estos se habían reducido a cero, porque el resto disponible de la pensión apenas bastaba para tapar la boca a los acreedores menudos.
Precisamente, esto ha sido mi perdición: más parco hubiera sido y no me viera como veo... ¿Otra parada? ¡qué calles! así no llegaremos nunca... A mí me parece que mis acreedores se darán por satisfechos con esta cesión de bienes, ¿qué más puedo hacer? La estancia, no, que no me la toquen, porque arde el mundo, ¡no faltaba más!
Dejáronle solo, y Benina se echó nuevamente a la calle, ávida de tapar la boca a los acreedores groseros, que con apremio impertinente y desvergonzado abrumaban a las dos mujeres.
Soy avarienta, porque poseo cuantiosos bienes y no hago las obras de caridad que debiera hacer; soy soberbia, porque he despreciado a muchos hombres, no por virtud, no por honestidad, sino porque no los hallaba acreedores a mi cariño. Dios me ha castigado; Dios ha permitido que ese tercer enemigo, de que Vd. habla, se apodere de mí.
Deudas que era menester pagar, acreedores que querían cobrarse, una firma que era necesario sorprender a Villamelón al pie de un pagaré por tres veces protestado... Un préstamo, un mero préstamo pagadero al verificarse la Restauración, cuando pudiera él cobrar lo que habían valido ciertos misteriosos papelitos...
Algunas expediciones partían apresuradamente, antes de completar sus preparativos, por miedo al arrepentimiento de los capitalistas o las exigencias de los acreedores. Hernán Cortés, en su viaje para la conquista de Méjico, había tenido que hacerse a la vela apresuradamente, antes de completar la provisión de víveres, por miedo a un embargo de los prestamistas.
Yo doy por cierto que si Cuba se comprometiese á pagar, los acreedores no aceptarían la sustitución y exigirían que España les pagase. Eso tiene remedio dijo D. Prudencio.
El butifarra tuvo con aquel amigo una confianza que no hubiera osado con ningún otro... ¡Pero si estoy arruinado, querido Toni! ¡Si nada de lo que tengo en mi casa es ya mío! ¡Si los acreedores sólo me respetan por la esperanza de este matrimonio!... Toni siguió moviendo la cabeza negativamente. El rudo payés, el contrabandista burlador de las leyes, parecía estupefacto por la noticia.
Sus hijas, que eran casi unas mujeres y llamaban la atención por su belleza picaresca y su desenfado, abandonaron el caserón paterno que tenía mil dueños, ya que se lo disputaban todos los acreedores del de San Dionisio, y fueron a vivir con su santa tía doña Elvira.
Palabra del Dia
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