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Actualizado: 11 de junio de 2025


La maldita casualidad me llevó un día del Havre á Honfleur, á bordo de una embarcación que rebosaba de esos imbéciles. A pesar de lo corto de la travesía, como los señoritos se fastidiaban, organizaron un sarao. Verdad es que no se oían los acordes de su instrumento, pues, la profunda voz del mar, que solemne, formidable, bramaba á nuestro alrededor, ahogaba aquellos débiles sonidos.

Como el fenómeno, ó sea la representacion sensible, está sometido á las mismas condiciones que la idea, habiendo tambien en el órden de los fenómenos ciertas relaciones en la misma razon que en la idea y en el hecho, tendremos acordes la idea, el fenómeno y la realidad, y explicado por qué el órden intelectual se confirma con la experiencia, y esta á su vez recibe con toda seguridad la direccion de aquel.

Y Ricardo atacó con exquisita delicadeza la bellísima melodía de Chopín, cuyos acordes ponían en el ambiente una nota de intensa y honda melancolía. ¡Qué es eso!

A los acordes de éste la gente empezó a reunirse en el corredor donde se hizo una tertulia en que el piano alternaba con la guitarra, mientras Melchor atendía a todos, como dueño de casa, haciendo servir algunas botellas de sidra espumante. Llegó luego la hora de las carreras que debían empezar por la del premio ofrecido por Lorenzo y en la que tomarían parte cinco caballos.

¡Cuánto sueño de gloria! ¡Cuánta esperanza despiertan en mi mente los acordes de la guitarra! La luna se esparcia sobre la playa, el mar, dormido, con su blando arrullo la acariciaba, y léjos, de la brisa vagando en alas, se escuchaban los sones misteriosos de la guitarra.

El espíritu siente una extraña armonía ante el mudo estertor del día que muere, como igualmente al percibir las primeras caricias del que nace; en aquel, las vibraciones que dan las sensibles cuerdas del alma, originan acordes tan dulces como la mirada de la tierna madre que vela el tranquilo sueño de su hijo; en el último, los acordes son alegres y ligeros, cual las modulaciones del jilguero.

Luego clavó los ojos en su hermano y le dijo: Vas a hablarme con franqueza. ¿He hecho muchos disparates? ¿he dicho muchas necedades? Ni una cosa ni otra replicó caritativamente Monsalud . Todos están acordes en juzgarte bien y es cosa indudable que diriges admirablemente la guerra, llevando la bandera absolutista de victoria en victoria.

Oyéronse los acordes de una guitarra. ¡Cuándo dejó de sonar la guitarra en una marcha de soldados españoles! Y una voz de timbre varonil, con acento del Mediodía, cantó: Como cosita propia te miraba yo, te miraba yo; pero quererte como te quería, eso se acabó, eso se acabó.

¿Que quién le contará a usted esa historia? exclamó con aire de triunfo; yo, que la conozco, sin omitir detalle. ¿Usted, señor Baraton? Yo mismo. Hable usted, hable. Y todas las cabezas fijáronse en el narrador. Pues bien repuso el notario con aire importante y tomando un polvo de rapé. ¿Quién de ustedes ha conocido...? En aquel instante se dejaron oír los primeros acordes de la orquesta.

Había en los acordes del salón no qué de vulgar y prosaico, de áspero y poco espiritual, que me desagradaba en extremo, no obstante mi ignorancia del arte musical. El canto era todavía peor. Una señorita Luisa, que estaba muy en boga como cantatriz indígena en aquellos días, hizo el gasto principal, en algunos solos, dúos y tercetos, que el público la estimuló á repetir.

Palabra del Dia

rigoleto

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