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Actualizado: 21 de junio de 2025
La sociedad americana de Londres, tan favorablemente acogida por la gentry como la de París por el gran mundo, rivaliza en lujo con las familias más aristocráticas de Inglaterra y tira el dinero por la ventana con más fastuoso abandono todavía que en París.
Comenzaba el frío; volvían a Madrid, terminado su veraneo, los que podían proporcionarle trabajo, y sin embargo, su situación no mejoraba. Apenas tuvo noticia de la llegada del marqués de Jiménez, corrió a visitar al grave personaje, para incitarle a que escribiese otro libro. ¡Terrible acogida!
Esta extraña acogida me había consternado. Miraba á mi padre con estupor. ¿Has visto mis caballos? me dijo de pronto y sin detenerse. ¡Padre mío! ¡Ah, es verdad!... tú acabas de llegar... Después de un corto silencio: Máximo agregó, tengo que hablarte. Le escucho á usted, padre mío. Pareció no oirme, se paseó algún tiempo y repitió muchas veces por intervalos: Tengo que hablarte, hijo.
Le repito a usted que no se atrevería a decirlo. Y yo le repito a usted que como ello fuese verdad me juzgaría tan orgulloso que se lo haría saber a todo el mundo, y lo publicaría a gritos... ¡Cómo! ¿Te atreves a decir?... La verdad. ¿Se atreve usted a afirmar que Antoñita le ama? Me atrevo a decir que ha hecho buena acogida a mis pretensiones y que ayer mismo... ¡Acaba!
En landó de alquiler va una familia extranjera mirando a todas partes ansiosa de color local, armada de paraguas y gemelos; y en su victoria, alta la frente y provocativa la mirada, descuella la hermosura alquiladiza de alguna pecadora que, al sentarse en delantera de grada, será acogida con expresivo vocerío. De pronto todos miran hacia un mismo sitio.
Halló en el Duque de Montpensier, que regía la plaza, acogida no menos grata que en Dieppe; el Príncipe le salió al encuentro con 100 caballos; le sentó á su mesa, procurando hacerle agradable la estancia, como el Rey se lo mandaba, y confirmando las palabras tuvo Pérez carta datada en Lyon á 26 de agosto en que el mismo Rey le daba bienvenida.
Por su desenvolvimiento y por su pintura de afectos, ha sido bien acogida esta comedia en los teatros de Italia; pero es imposible conservar fuera de España los rasgos originales de los gitanos andaluces, realzados singularmente por la representación de los naturales de este país.
Por el contrario, España es quien puede quejarse por no pocos motivos: porque la acogida y el favor que reciben en aquel país los ingratos y rebeldes hijos de España excede sobremanera á la más franca hospitalidad, y porque bien puede recelarse que excitado por ellos el gobierno anglo-americano ha mostrado con frecuencia cierto prurito de vejarnos y lastimarnos.
Ofreciose después la cuestión de alojamiento; en el colegio ya no podía permanecer; el brigadier pensó en la casa de su hermano Bernardo; pero habiéndole tocado el asunto con delicadeza, halló una acogida tan fría, quizá por la fama que Miguel tenía adquirida de travieso, que le dejó muy ofendido, y jurando no volver a pedir jamás un favor a su hermano.
Sin embargo, no había que hacerse grandes ilusiones acerca de la acogida de la lectriz, quien sin levantarse le echó una hostil mirada y continuó en voz baja la lectura de su periódico, mientras que Fabrice cambiaba algunas frases con la señora de la casa.
Palabra del Dia
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