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Sufrir... trabajar... ¿Qué Dios es ése? Un Dios justísimo, señor Simoun, contestó al sacerdote; un Dios que castiga nuestra falta de , nuestros vicios, el poco aprecio que hacemos de la dignidad, de las virtudes cívicas... Toleramos y nos hacemos cómplices del vicio, á veces lo aplaudimos, justo es, justísimo que suframos sus consecuencias y las sufran tambien nuestros hijos.

No de balde me burlo, sino que bien de veras pago el no tener el corazón de corcho, que si yo no os amara tanto, no me acontecería esto. Pues bien... suframos los dos: yo, el teneros contra vuestra voluntad; vos, en verme, cuando no quisiérais, á vuestro lado.

Si tuviera los cinco sentidos puestos en el cartón, como usted, no le sucedería eso. No se necesita tener puestos los cinco sentidos para apuntar los números que salen, y es triste gracia que, porque una persona se distraiga, los demás suframos las consecuencias. Más triste es la gracia de ganar una lotería y que otro se la lleve.

Que no quiso el Dean mucho durase; Que cierto el Lerma bien le regalaba En su casa, y con honra le trataba. En breve comenzaron de trabarse Con chismes, y otras muchas niñerias; El Dean deseaba señalarse Con grande presumpcion y boberias; Mas no le deja Lerma aventajarse: "No es justo que suframos demasias, Le dice: Padre, tenga sufrimiento, No haga salga el hombre de su tiento."

Es evidente que el órden fenomenal, aunque distinto del real, está sin embargo ligado con él y depende del mismo, por leyes constantes: si suponemos que no hay un paralelismo entre la realidad y el fenómeno, y que en aquella no hay todas las condiciones necesarias para satisfacer las exigencias de este, no habrá ninguna razon porque los fenómenos estén sometidos á leyes constantes, y no suframos en nuestra experiencia perturbaciones continuas.

No importa que suframos destierros y prisiones, tormentos infernales con salvaje furor; ante el altar sagrado que en nuestras corazones juntos te hemos alzado, sin mancha de pasiones, juramentos te hicieron el alma y el honor.

El poder demoníaco de la música, que influye en nuestra suerte, como en otros tiempos influían los astros... El Maestro habla de él al recordar en sus Memorias los años de iniciación... Afina nuestra sensibilidad, para que suframos más intensamente las heridas de la existencia.

No... suframos cada cual... pero no sufráis más de lo que inevitablemente debáis sufrir, porque ya no tiene remedio... no agravéis el mal, llevándole á vuestra casa... no vengáis á la mía. No habéis podido sostener vuestra serenidad; habéis llorado; el castillo de vuestra firmeza se ha venido á tierra... el verme unido á otra os mata... y eso... eso me rompe el corazón.