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Acaso aquel amor que subyugaba mi alma, aquel sentimiento inefable que ennoblecía mi espíritu y dirigía mis pensamientos hacia los propósitos más nobles, sería pasajero como la vida de aquellas flores que no bien fueran arrancadas del tallo se doblarían pálidas y mustias. ¡Sería cierto que el amor de Angelina estaba destinado a vivir eternamente! ¿Sería verdad lo que me dijo la joven, que pronto la olvidaría?... No, que la amaba yo con todo mi corazón, con toda la energía de mi alma.

Y cuando no los subyugaba ni los rendía el influjo encantador de la aventurera italiana, acudían en tropel a atormentarlos mil amargas cavilaciones que le herían y emponzoñaban el alma y sacaban a su rostro el color rojo de la vergüenza. ¿Qué héroe de tan ruin condición era él cuando tal dama llevaba consigo?

Pero en los instantes de aguda congoja prefería una de esas iglesias íntimas, como San Andrés, San Torcuato, Santo Domingo el Real, San Juan de la Penitencia, donde se apelotonaba junto a un altar solitario, con el rostro entre las palmas. Otras veces devanaba su tribulación caminando y caminando por las calles, al azar de su capricho. Toledo le subyugaba con su complicado misterio.

La rubia Gabriela era franca, alegre, expansiva, y había en ella cierta sencillez infantil muy en harmonía con el azul violado de sus ojos y el áureo color de sus joyantes cabellos. Destrenzados, sueltos, atados con una cinta de seda, se me antojaban un haz de mies madura. Gabriela subyugaba las almas con la dulzura de su carácter, mejor que con su delicada y elegante belleza.

Gama y Coello trataron de hacer creer a los de Melinda que España era la cabeza de Europa y Portugal la cumbre de la cabeza; que el rey portugués era el primero de los reyes y que el mismo nombre de Dios era su nombre; que con su innumerable caballería imponía respeto y subyugaba a las demás naciones; que sus naves, bien artilladas, recorrían el mar a centenares; y que las rentas y tributos, que le rendían sus vasallos y los pueblos vencidos, eran tan abundantes, que, después de pagados todos los gastos, dejaban cada luna un sobrante de doscientos mil cruzados lo menos.