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La comedia es una fuente de juventud. ¿Se llama usted Jessy Loudon? Ese es mi nombre de guerra... de guerra contra los hombres... Yo me llamo verdaderamente Josefina Branchu. TALMA. En lo sucesivo, hija mía, se llamará usted Rachel Mars. El nombre no es, por lo visto, moco de pavo. TALMA. Para una artista, el nombre es la cuarta parte del éxito. Ya sabe que me intereso mucho por usted.

Boz fue oyda en Rhamá, lamentacion, lloro, y gemido grande: Rachel que llora šus hijos: y no quišo šer conšolada, porque perecieron. Mas muerto Herodes, heaqui el Angel del Señor apparece en šueños

La gente rica estaba a la sombra; el pueblo lucía a los rayos del sol el variado colorido del traje andaluz. En los grandes teatros donde brillan la Grisi, Lablache, la Rachel y Macready, la sala no se llena sino cuando le toca salir al artista favorito; pero la función bárbara que se ejecuta en este inmenso circo, no ha pasado jamás por semejante humillación.

Mientras la criadita se retira, Jessy contempla los grabados antiguos, que recuerdan a los grandes artistas, orgullo de nuestro Teatro: Lekain, Potier, los Lepeintre el joven y el mayor , Beauvallet, la señorita Mars, la señorita George esta cocinera heroica , Rachel, Desclée, el famoso Grassot inventor de un ponche , Arnal y Vernet, en sus papeles más célebres.

El teatro frances, situado al extremo de la calle de Richelieu, merece verse con preferencia á los demas porque embellece y honra su escena la célebre Rachel, reputada en toda Europa como la primera trágica de la época . Ademas de contar el teatro con esta inspirada actriz, todo el cuadro de la compañía es lo mas selecto de Francia, porque para ser actor de él se necesita haber adquirido muchos triunfos.

Parecia un difunto que se tenia de pié. ¡Qué arte tan sábio es el amor! ¿Qué Rachel, qué actriz del mundo, hubiera corrido como corrió aquella mujer, hubiera dado aquel abrazo como aquella mujer lo dió, y hubiera arrancado á llorar como lloraba la infeliz campesina? ¿Ni qué Talma, ni que Latorre, hubiera bajado la cabeza, y dejado caer los brazos con la ruda y austera poesía con que lo hizo aquel pobre paleto? ¡Ah!