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Aun cuando, reflexionando con espíritu más sereno, no podía comprender la posición exacta que ocupaba este joven rufián que se llamaba Herberto Hales, o el significado verdadero de sus ominosas palabras finales de franco desafío, había conseguido, por lo pronto, arrebatar a mi amada de las garras de ese impudente, descorazonado y arrogante bruto y explotador, pero no me atrevía a prever por cuánto tiempo sería.

Pertenecen estas dos leyes al órden político, aunque el carácter de la una mas parece á primera vista religioso, y el de la otra de mera policía y buen gobierno; y cumple recordarlas aquí porque, aunque ominosas á nuestra cristiana, ellas contribuyeron poderosamente á cimentar el poder islamita en España, á fomentar el espíritu de proselitismo sin el cual la nacionalidad mahometana no puede existir, á hacer la monarquía musulmana una y compacta, y prepararon finalmente las vias al tremendo aluvion de conquistas con que cubrió despues los aniquilados restos de la España cristiana el impetuoso Almanzor. «Todo hijo de padre ó madre mahometano, será mahometano tambien, so pena de muertedecia la una ; la otra venia á ser una mera confirmacion de un artículo del fuero otorgado por Alboacem: «El que dijere mal de Mahoma ó de su Ley, sea muertoCon esta draconiana sencillez consignaba Abde-r-rahman el victorioso su celo por el completo triunfo del Islamismo y su obsequio á la alta razon de Estado.

A pesar, no obstante, de esta dichosa condición mía, como son tantos los Jeremías y las Casandras que andan por ahí pronosticando nuevos males, y como brillan con frecuencia ante mis ojos, a modo de siniestros relámpagos, terribles avisos y ominosas señales, confieso que me desazono, la postración se apodera de mi espíritu y me pongo muy compungido.

Por otra parte, los pueblos obran siempre por reacciones; al estado de inquietud y de alarma en que Rosas los ha tenido durante quince años, ha de sucederse la calma necesariamente; por lo mismo que tantos y tan horribles crímenes se han cometido, el pueblo y el Gobierno huirán de cometer uno solo, a fin de que las ominosas palabras ¡mazorca!, ¡Rosas!, no vengan a zumbar en sus oídos, como otras tantas furias vengadoras; por lo mismo que las pretensiones exageradas de libertad que abrigan los unitarios han traído resultados tan calamitosos, los políticos serán en adelante prudentes en sus propósitos, los partidos medidos en sus exigencias.

El tajo era quizás el objeto que menos conforme estaba con el aspecto ordenado y hasta bonito de la tienda. ¿Quién nos asegura que no salió del mismo tronco de donde sacaron el que sirvió para hacer justicia a los Comuneros? Cuando nuestro buen amigo Rufete le miraba, las edades ominosas acudían a su mente y con ellas la imagen de los terribles escarmientos aplicados al hombre por el hombre.