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Bien que no quiso reconocer por suyo el espíritu de Diego y Juan cuando querían hacer bajar del cielo llamas vengadoras contra la insolente Samaria. Et increpavit illis dicens: nescitis cujus spiritus estis Luc. 9. v. 55. Mas también dijo que había venido a poner fuego en el mundo y que todo su deseo era abrasarle para hacer cenizas sus maldades.

A fuer de inteligente y delicado en cosas de amor, era don Juan, aunque no invulnerable a la seducción poco sensible a los halagos de vengadoras, momentáneas y horizontales.

Ni fue quizá sin misterio el morir aquella mujer anegada en óleo, símbolo de la clemencia, pues si al un cómplice la misericordia le mata, ¿qué no le queda al otro que temer de la Justicia? Y si una balsa de aceite sabe hacerse tempestad para anegar a un delincuente en tierra firme, ¿qué tormentas de vengadoras olas no le han de sepultar en el mar airado al cómplice del delito?

Dentro de algunos días, murmuró, cuando por sus cuatro costados arda esa ciudad maldita, albergue de la nulidad presumida y de la impía esplotacion del ignorante y del desgraciado; cuando el tumulto estalle en los arrabales y lance por las calles aterradas mis turbas vengadoras, engendradas por la rapacidad y los errores, entonces abriré los muros de tu prision, te arrancaré de las garras del fanatismo, y blanca paloma, ¡serás el Fénix que renacerá de las candentes cenizas...! Una revolucion urdida por los hombres en la oscuridad me ha arrancado de tu lado; ¡otra revolucion me traerá á tus brazos, me resuscitará y esa luna, antes que llegue al apogeo de su esplendor, iluminará las Filipinas, limpias de su repugnante basura!

Para que nada faltase a la baronesa, tenía el don de hacerse cargo rápidamente de los menores matices de lenguaje; de ahí que no le pasaran por alto ni una sola de las impertinencias corteses ni de las vengadoras ironías de que la venía haciendo blanco su lectriz.

Por otra parte, los pueblos obran siempre por reacciones; al estado de inquietud y de alarma en que Rosas los ha tenido durante quince años, ha de sucederse la calma necesariamente; por lo mismo que tantos y tan horribles crímenes se han cometido, el pueblo y el Gobierno huirán de cometer uno solo, a fin de que las ominosas palabras ¡mazorca!, ¡Rosas!, no vengan a zumbar en sus oídos, como otras tantas furias vengadoras; por lo mismo que las pretensiones exageradas de libertad que abrigan los unitarios han traído resultados tan calamitosos, los políticos serán en adelante prudentes en sus propósitos, los partidos medidos en sus exigencias.