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Todo lo arma decía él ese cerdo cebado del Arcipreste, unido al faccioso del cura de Boán e instigando al usurero del mayordomo de los Pazos, el cual a su vez mete en danza al malcriado del señorito, que está enredado con su hija. ¡Vaya un candidato! exclamaba frenético , ¡vaya un candidato que los neos escogen! ¡Siquiera el otro era persona honrada!

Don Carlos era un libre-pensador que no leía libros de santos, ni de curas, ni de neos, como él decía. Pero San Agustín era una de las pocas excepciones. Le consideraba como filósofo. Ana sintió un impulso irresistible; quiso leer aquel libro inmediatamente.

Poco después el cabildo nombró una comisión para que informase de si debía constituirse de nuevo la hermandad, y en este informe se leen párrafos como el que voy á copiar, bien curioso por cierto, y que prueba que en aquellos benditos tiempos de prosperidad, bienandanza y riqueza, por los que tanto suspiran los neos, la miseria revestía en las ciudades más importantes terribles caracteres.

Ya estaba seguro de que le volvería tarumba con sus tiologías porque aquella señora debía de ser muy nea, y él, la verdad, no sabía tratar con neos. «Con que Sr.

Pues yo digo otro tanto... más que te enfades, mujer. ¡Vaya unos dioses y unas imágenes que vais a llevar en procesión! Eso parece cosa de idólatras. Alumbrar solamente a las cosas de la iglesia, el veático, las octavas.... Calla, que eres más nea que los neos.

Como Villafría era pueblo muy liberal y avanzado en ideas, acusaban muchos al P. Enrique de hipócrita, de carlistón y de neo, y en cambio, los verdaderos neos y carlistones, que tampoco allí faltaban, miraban con desdén al Padre, porque de nada les valía ni con ellos se espontaneaba, o más bien, no tenía de qué ni sobre qué espontanearse.

Alborotáronse dos o tres curas; y el cacique Barbacana, con suma gravedad, volviendo hacia Juncal su barba florida y luenga, díjole desdeñosamente una verdad como un templo: que «muchos hablaban de lo que no entendían», a lo cual el médico replicó, vertiendo bilis por ojos y labios, «que pronto iba a llegar el día de la gran barredura, que luego se armaría el tiberio del siglo, y que los neos irían a contarlo a casa de su padre Judas Iscariote».