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Población cariñosa y débil, en la que notó Bougainville el exceso del abandono, y entre la cual los mercaderes apóstoles de la Inglaterra ganan dinero pero no almas, se extingue míseramente devorada por nuestros mismos vicios y nuestras enfermedades. La dilatada costa de la Siberia estuvo habitada en otro tiempo.

La elegancia, el esmero, el perfume de aristocrática distinción se desvanecerán casi por completo cuando vivamos míseramente. ¿Pero qué importa? ¿Yo poseeré tu alma y la mía? PROCLO. No ha de ser así. No consentiré que se pierda o que se deteriore ni una chispa, ni un átomo de toda esa beldad que te dio naturaleza y que el arte ha completado y realzado. Yo ganaré riquezas para ti.

Esta época fue su crujía funesta, y vivió míseramente de la pluma, preguntando todos los días a la conclusión del artículo: «¿qué hará la Rusia?» y respondiéndose con la más deliciosa buena fe: «no lo sabemos». A Inglaterra la llamaba siempre el Gabinete de Saint-James, y a Francia el Gabinete de las Tullerías.

Las lugareñas de más tono usan mantilla sin velo ni blondas, esto es, una gran tira de franela negra, con anchas franjas de terciopelo. Las muy pobres, hacia Levante, llevan el mantón doblado en triángulo, pendiente de la cabeza, lo que les ahorra otro pañuelo y les da un aire míseramente africano.

Una cacería humana iba á desarrollarse en la noche, y él, Ferragut, sería el gamo acosado por la canalla del bar. «¡Ah, no!...» El capitán se acordó de Von Kramer galopando míseramente en pleno día por los muelles de Marsella... Si lo habían de matar, que no fuese huyendo. Continuó su avance con paso rápido. Adivinaba el plan de sus enemigos.

Inundose el centro de la calle de mozos despechugados que blandían sus palos dando vivas a la Virgen. Las mujeres, despeinadas y míseramente vestidas, agitaban sus brazos al verse en el centro de Sevilla, en la calle de las Sierpes, por donde sólo pasaban de tarde en tarde, desfilando bajo las miradas curiosas de lo mejor de la ciudad.

En este caso, como sus cabellos-nadaderas permanecen encima, flotan á la ventura, presa de los peces y con gran contento de las aves marinas que se divierten arrancándolas de su elemento. Durante toda una estación pasada á orillas del Gironde, veíalas, empujadas fatalmente por el canalizo, ser arrojadas á la costa á centenares, y secarse allí míseramente.