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Silbaba el espacio, rayado incesantemente por el abejorreo de un enjambre invisible. Millares de moscardones pegajosos se movían en torno de Desnoyers sin que alcanzase á verlos. Las cortezas de los árboles saltaban, empujadas por uñas ocultas; llovían hojas; se agitaban las ramas con balanceos contradictorios; partían las piedras del suelo, impelidas por un pie misterioso.

Y caían de cabeza en la ría las vírgenes y los bienaventurados, flotando después de la inmersión con la ligera porosidad de la madera vieja. La muchedumbre seguía lentamente por las riberas el tardo descenso de las imágenes empujadas por la corriente.

Tus grandes combinaciones financieras extenderán el pánico por el universo entero, haciendo pesar sobre las ciudades horas de angustia mortal. Tus victorias en la Bolsa irán acompañadas por los pistoletazos de tus víctimas empujadas al suicidio y los llantos de sus familias.

Las había sabias como la doctora, elegantes como Freya, venerables y con un apellido célebre, para obtener la confianza que inspira una viuda noble. Eran numerosas, pero no se conocían unas á otras. Algunas veces se tropezaban en el mundo, se presentían, pero cada una continuaba su camino, empujadas en distintas direcciones por la fuerza omnipotente y oculta.

Si son demasiado pesadas, las nubes se deshacen en lluvia sobre el océano, de donde han salido, ó bien, empujadas por los aires, van á chocar contra las escarpaduras de las colinas, por encima de los continentes, deteniéndose en los campos de las mesetas ó en las aristas y picos de las montañas.

Entre los remolinos de aquella muchedumbre y los mil cambiantes de luces de todos colores y reflejos, que asemejaban el bulevar al fantástico escenario de un baile de hadas, Jacobo sólo veía un pensamiento, un plan cuyas primeras líneas se le torcían a cada instante, empujadas por ideas opuestas, por inconvenientes inesperados, por temores fundadísimos que le hacían titubear, gimiendo de dolor como un niño caprichoso a quien quitan de las manos una golosina, rugiendo de rabia como un león encadenado a quien arrancan de las garras su presa; que esto era para él la idea de devolver aquellos documentos, de no quedarse con ellos utilizándolos en provecho propio, y siendo actor principalísimo en vez de mero instrumento... Mas ¿cómo responder entonces a la reclamación del terrible propietario? ¿Cómo evitar la sospecha de aquel robo, hecha a un ladrón sin duda, pero al fin y al cabo robo? ¿Cómo prevenir la venganza terrible e inevitable que había de seguirse al descubrimiento?...

Cinco años largos han transcurrido desde entonces y nada sigue sabiéndose de aquel barco. Ni una tabla, ni un pedazo de lona, ni el más ligero vestigio ha venido á atestiguar la catástrofe. Las olas y las nubes fueron los únicos testigos. Las nubes y las olas empujadas por el destructor hálito del tifón, guardan en sus insondables misterios una historia más.

En este caso, como sus cabellos-nadaderas permanecen encima, flotan á la ventura, presa de los peces y con gran contento de las aves marinas que se divierten arrancándolas de su elemento. Durante toda una estación pasada á orillas del Gironde, veíalas, empujadas fatalmente por el canalizo, ser arrojadas á la costa á centenares, y secarse allí míseramente.

Los guijarros están tapizados de musgo de un verde sombrío con plateados reflejos; las delicadas algas que forman el limo, se levantan en pirámides empujadas por las burbujas de aire que se desprenden de la arena y que, parecidas á globos envueltos en inmensos cordajes, brillan como perlas bajo la temblorosa red de fibras.

El ruido que paulatinamente se va disipando á medida que la ola va rodando sobre un lecho de menuda arena, en Guajan es desconocido; allí el ruido es atronador é imponente; allí, las masas de agua empujadas por las grandes marejadas llegan compactas, no á una superficie igual, sino á cordilleras inmensas de arrecifes, que presentan en las sinuosidades y desigualdades de sus configuraciones, otros tantos obstáculos, que dividen la ola en infinidad de partes, originando los huecos que presentan las múltiples ramificaciones madrepóricas, imponentes ruidos que repite el eco de cavidad en cavidad.