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En su palabra, una música seductora que embelesa los entendimientos y ensordece la voz del deber en la conciencia. Según mi madre, tu tío es la maldad personificada, el dechado de la irreligión, un rebelde contra Dios, de quien conviene apartarse para no contaminarse. En resolución, cuanto mi madre ha dicho de tu tío debiera infundirme hacia él un odio, una aversión grandísima.

En breve comenzaron las lamentaciones acerca de los progresos de la irreligion, fruto de los libros franceses; de la pobreza en que vivia el clero en España, especialmente el subalterno; del abandono en que se hallaban en casi todas las ciudades las iglesias, muchas arruinadas, y de todo lo que suministra materia á las conversaciones de un cura en todo país romano.

Las modas francesas han corrompido las costumbres repuso D. Pedro atusándose los bigotes y con las modas, es decir, con las pelucas y los colores, han venido la falsedad del trato, la deshonestidad, la irreligión, el descaro de la juventud, la falta de respeto a los mayores, el mucho jurar y votar, el descoco e impudor, el atrevimiento, el robo, la mentira, y con estos males los no menos graves de la filosofía, el ateísmo, el democratismo, y eso de la soberanía de la nación que ahora han sacado para colmo de la fiesta.

Lo que la moral romana ha dicho de lo útil, nihil utile nisi quod honestum, se aplica igualmente á la investigacion de la verdad; ninguna filosofía que se respete, confesará que lleve á la irreligion.

A su mujer, católica, sin misticismo, le preocupaban en cambio los avances escandalosos de la irreligión. Sus dos hijas se parecían a ella por la expresión casi enojada de los ojos, adquirida en las prácticas asiduas del culto murmurando oraciones compungidas y contemplando el cáliz que se eleva sobre la casulla recamada en oro del sacerdote que oficia.

Es cierto que todos los desatinos que el poeta dice o hace, que su irreligión, su inmoralidad, sus blasfemias y sus teorías antisociales, aparecen por cuenta propia, sin que haya tirano, traidor o demagogo que las haga o que las diga; pero pronto se advierte, si se ahonda un poquito, que el poeta rara vez deja de duplicarse antes de romper los diques y soltar el torrente de su inspiración apasionada; y digo que se duplica, porque al mismo tiempo que conserva el juicio y la serenidad del ánimo para describirnos la pasión propia y los propios extravíos, se pone él como modelo en quien los tales extravíos y la tal pasión ejercen su deletéreo influjo, y acaso producen mil y mil desventuras.