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Ya no se ven colinas ondulosas, alegres quintas ni verjeles, sino inmensas murallas de rocas formidables, perpendiculares, que parecen amenazar con desplomarse de repente y encajonan las ondas verdi-azules como en una taza profundísima de los mas extraños relieves y variadas tintas.

El hombre mas experto, el de la mas prodigiosa memoria de localidades, se perdería en Toledo, sin el auxilio de un guia, al volver la segunda esquina de una callejuela. Casas desiguales y de construccion tosca y antiquísima encajonan todas las calles, dándoles un aspecto lúgubre y siniestro, como si se anduviese por los ásperos é irregulares senderos de una montaña.

En el silencio de la selva no se oyó un sólo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva. El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también.

Como consecuencia de un desprendimiento ó de trabajos subterráneos de algunos animales, la ribera concluye por presentar un punto débil al que la corriente ataca para destruir las empalizadas que encajonan el arroyo. Las raíces de los árboles quedan al aire, el agua mina la base del tronco, y, privado del punto de apoyo, se inclina por encima del agua.

Mas, si en el tiempo de lluvias hay solamente pequeñas lenguas de terreno, que hallándose al abrigo de las inundaciones forman una especie de islas en donde se crian ganados y se labra la tierra, todo cambia de aspecto en la estacion de la seca: los rios se encajonan en sus cauces, prados magníficos sustituyen á los fangosos bañados, y la provincia presenta por todas partes un suelo virgen que se brinda á la agricultura.

El ruido de la locomotiva y los carruajes resonaba ronco y estridente entre las dos filas de altos murallones de caliza, salpicados de matorrales y bosquecillos de abetos, que encajonan aquella sucesion de vallecitos, dándoles la forma de tortuosas calles y románticas encrucijadas. En el fondo, bajo numerosos puentes ó casi escondido al pié de las rocas y la vegetacion, serpenteaba el riachuelo.

Las aguas del río se encajonan, en su mayor parte, en un canal de cuatro o cinco metros, practicado en el centro, y por él se precipitan sobre un escalón de todo el ancho de la catarata, a cinco o seis metros más abajo, donde rebotan con una violencia indecible y caen al abismo profundo con un fragor horrible.