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¡Esos países no tienen vergüenza! gritó con furor D. Santiago Fernández, levantándose otra vez de su asiento . En Austria y Prusia habrá lo que usted quiera; pero no hay un Valdesogo de Abajo ni un Navalagamella. Discretísimo lector: no te rías de esta presuntuosa afirmación del Gran Capitán, porque bajo su aparente simpleza encierra una profunda verdad histórica.

No te comprendo interrumpió doña Manolita . Ya no eres tan criatura que no sepas lo que es amor, ni atines a descubrirle en tu pecho. ¿No es brioso, bello, valiente, pulcro y discretísimo D. Jaime? ¿No es libre? ¿No te ama? ¿No te da pruebas de amor, decidido, como está y como me ha dicho, a casarse contigo? ¿No es un caballero bien nacido y honrado?

El deleite que de la posesión nace en ambos no puede ser más subido. Y con todo eso, la dicha de ambos, de la que el lector se penetra, se envuelve en discretísimo y limpio velo, sin que el autor descubriéndola la profane. Los pormenores eróticos los guarda el autor y los emplea para las escenas, citas y encuentros de los secundarios y plebeyos amantes; de Parmeno y Areusa, por ejemplo.

Consigno aquí esta declaración como respuesta, tardía , pero categórica a lo escrito en una célebre revista de circulación universal por un discretísimo y malogrado publicista francés 26, que al mismo tiempo que favorecía mi obra con apreciaciones lisonjeras, indicaba que el autor de ella se proponía concitar los ánimos de sus compatriotas contra Francia.

Hábil y fiel servidor, cumple bien con los mandatos de su amo, y su arte de cortesano perfecto y de negociador discretísimo, y su flexibilidad y su paciencia se revelan en todas sus acciones y singularmente resplandecen en el arte con que conlleva y sufre el poco apacible humor del rey D. Felipe y conserva y acrecienta la confianza que le ha inspirado.

Uno sólo se ganó desde luego su confianza; uno sólo le pareció elegante, distinguido, noble por completo, discretísimo, ilustre, ameno, dulce y leal: el Conde de Alhedín.

Culpa de Rocinante, ¡oh dura estrella!, que esta manchega dama, y este invito andante caballero, en tiernos años, ella dejó, muriendo, de ser bella; y él, aunque queda en mármores escrito, no pudo huir de amor, iras y engaños. DEL CAPRICHOSO, DISCRETÍSIMO ACAD

Pero conteniéndose al instante, acudió a la respuesta con este discretísimo argumento: «Hijo, así te llamo porque pudieras serlo... agradezco tu fineza; pero repara que he cumplido los sesenta años. Cumplir no cumplir sisenta, milienta, yo quierer ti. Soy una vieja, que no sirve para nada. Sirvi, amri; yo quierer ti... mais que la luz bunita; moza . ¡Qué desatino!

PROCLO. Te equivocas. Lo que hace la filosofía es reforzar las prendas que cada uno tiene. Al tonto no le vuelve discreto, ni al discreto tonto; pero al discreto le hace discretísimo, y al tonto tontísimo. EUMORFO. Salvo el merecido respeto, te declararé entonces que propio te condenas. PROCLO. ¿De qué suerte?

No hay tal cosa, chiquillo desvergonzado. La señorita Inés es hija de una dama extranjera que ya no existe y que floreció hace quince años en la Corte, dando que hablar por sus amores con un célebre caballero de esta ilustre familia. ¿Sabes quién es el padre de D.ª Inés? Pues no es otro que ese espejo de los diplomáticos, ese discretísimo hermano de la Sra.