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En la escena última se han hecho los preparativos del torneo, delante del palacio de Arminda: Marfisa y Leonido se aprestan á la pelea, pero se conocen y combaten con cierto temor. Casimiro los separa, y se informa de su procedencia. Al presentarle las joyas, que ambos guardan, averigua que son los dos hijos gemelos suyos y de Matilde, princesa de Trinacria, que los ha dado á luz en secreto.

Si se ha de juzgar con alguna exactitud la clase de enemigos con que allí nos tocó combatir desde los primitivos tiempos de nuestra dominación en el Archipiélago, y cuyos restos, refugiados hoy en el centro de Mindanao, se aprestan á lucha heróica con valor jamás desmentido, es necesario investigar en el terreno de la historia su procedencia, para venir en conocimiento de que la raza dominadora de aquellos ricos territorios, la que dirige y alienta por ideal egoista perfectamente definido, á gran porción de oborígenes el del dominio y defensa de intereses creados con inteligente dirección, es la árabe, cuya autoridad de potencia religiosa y cuyos usos y costumbres ha aceptado.

Prepárase un juicio de Dios: acude á él la princesa, envuelta en negro velo, y multitud de caballeros se aprestan á pelear por ella y por su honor, faltando sólo Dagoberto.

Su comida no se sirve en mesas de madera, sino en elegantes bandejas de terso cuero; en su cocina, finalmente, nunca se aprestan manjares comunes, sino platos esquisitos, el at-tafayá , la takalliyah, y otros que escitan el apetito con su sabor peregrino halagando el olfato con las especias de la India y el aromático cilantro.

Este viejo es uno de esos personajes. Otros podrán no ser simpáticos, pero éste lo es. Esta es la causa de que haya enternecido a todos contando sus andanzas. Y he aquí que Pepita le saca una taza de caldo, y Sarrió va a buscar una botella de buen vino, y Lola y Carmen aprestan otras cosas para que coma.

La puerta de Martos está abierta á los terribles almogávares y á la caballería de Tafor; Colodro y Baños con sus compañeros dominan las torres de aquella parte; los cautivos levantan hácia ellos los brazos aun agoviados por las esposas; los moros muestran en sus semblantes el pavor que hiela sus corazones, refúgianse tumultuando en la Almedina, y obligando á tomar las armas á todos, ancianos, mozos y niños, se aprestan á la defensa.