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«Porque es usted esas tres cosas, respondo a su pregunta. »No soy más que un vulgar egoísta, que, saturado de bellas letras, dice con Anaxándrides: * »Voy a casarme. Tanto peor. ¡Cómo tanto peor!

Por Magdalena velaban a un mismo tiempo su padre y su novio; pero ¡cuán diferente era el objeto de esta vela! Velaba el uno por amor desinteresado, consultando la ciencia para tratar de arrebatarle a la muerte su presa casi segura; velaba el otro por un amor egoísta que había aceptado la cita solicitada sabiendo lo fatal que podía ser aquella entrevista para la que la pedía.

»Antonia de Valgenceuse.» «Colonia, 10 de diciembre. »Se queja usted, Antoñita, de que le hablo poco de . Ahora mismo voy a castigarla escribiéndole una carta egoísta hasta la exageración. Comenzaré por dedicarme dos o tres páginas, y así tendré el derecho de consagrarle luego algunas líneas. ¿Quedará usted con ello satisfecha? »Ya estoy en Colonia, o mejor dicho frente a Colonia: en Deutz.

¡Quién sabe cuántas maldiciones acompañan los suspiros del miserable indigente que así piensa, en tanto que el noble lord medita en el proyecto de una cacería ó en la seduccion de una jóven, ó el banquero egoista va calculando las ventajas de su juego de bolsa! La noche es el momento mas propicio para recibir el golpe de vista de las calles de Lóndres en su parte mas concurrida.

Todavía le duelen, como algo vergonzoso, las atenciones del coronel en la mesa, partiendo su carne, cuidándole como á un niño, esforzándose por suplir la ausencia de su brazo. ¡Adiós, príncipe Lubimoff!... Aunque quisiera continuar su existencia egoísta, dedicada por entero al placer, le sería imposible.

Se inclinó al oído de Marenval y le dijo: Dejémoslos juntos. Volveremos dentro de un instante. Me escuecen los ojos y necesito tomar el aire. Salieron sin que las dos mujeres, en su egoísta alegría, advirtiesen siquiera su ausencia. Estaban ocupadas en indemnizarse de toda la ternura de que habían estado privadas dos años. ¿Estás seguro, querido hijo, de que no corres aquí ningún peligro?

El amor hablaba noblemente. ¡«Eres un villano! ¡No seas egoísta! Angelina te ama con todo el corazón, con toda el almaPobre niña! Piensa que ha sido muy desgraciada; recuerda con qué franqueza, con qué sublime sencillez te contó la triste historia de su vida. Puedes hacerla dichosa. No tiene parientes ni amigos.

Hasta los papeles de Valencia hablaban de lo que sucedía en la huerta, donde al anochecer se cerraban las barracas y reinaba un pánico egoísta, buscando cada cual su salvación, olvidando al vecino.

La juventud débil, apagada, egoísta y devota, contrastando con sus padres, que adoraban los generosos ideales de la libertad y la democracia y hacían revoluciones.

Esta es la verdadera flor del mundo. Toda la creación de sangre pálida, egoísta, lánguida, vegetativa relativamente, parece que no tiene alma cuando se la compara con la vida generosa que hierve en esa púrpura y enciende la cólera y el amor. La fuerza del mundo superior, su encanto, su belleza, es la sangre.