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Actualizado: 1 de noviembre de 2025


Daban la guarda a uno y otro lado de la puerta dos maniquíes vestidos de reyes de armas del siglo XVI, con gigantescas adargas y dalmáticas auténticas de terciopelo morado, bordadas de castillos y leones, y frente por frente, en el otro extremo de la pieza, y en una especie de ancha, alta y profunda hornacina, a que se subía por tres gradas de mármol blanco, había un diván turco, cubierto el pavimento por legítima alfombra de Persia y mullidos almohadones de raso y terciopelo, y decorados el techo y las paredes con mosaicos romanos y de Pompeya, bajos relieves egipcios y brillantes azulejos moriscos.

La facilidad y animación de su diálogo en prosa, su pintura verdadera de costumbres, sus caracteres bien determinados y exactos, podían servir de modelos á los poetas dramáticos del siglo XVI. El influjo especial de La Celestina fué mucho más vasto y duradero, y es interesante explicar por ella muchas particularidades de la comedia española posterior, más perfecta.

Ella era igual a aquellos hombres sencillos que olvidaban sus ocupaciones para buscar a Luna, con el ansia de oír de su boca cosas nuevas. Gabriel era el mundo moderno que durante muchos años había pasado lejos de la catedral, sin rozarla siquiera, y entraba por fin, asombrando y conmoviendo a un puñado de seres que aún vivían en el siglo XVI.

Dedúcese de aquí, por sentencia y autoridad de Malthus, que no debemos seguir las máximas ni hacer caso alguno de cuantos economistas le precedieron en los siglos XVI, XVII y XVIII, y en el primer tercio del presente. Todos estos economistas no sabían lo que decían, según Malthus; y cuenta que entre ellos están Smith, Say, Storch, Ricardo, Gioja, Mac-Culloch y otras eminencias.

En resumen: Salinas es digno de ocupar un puesto entre los buenos poetas sevillanos del siglo XVI, y con razón le tributaron elogios sus contemporáneos y no se los ha escaseado la posteridad.

Sólo el período, que vamos á examinar, cuyo principio debemos fijar en el último decenio del siglo XVI, fué favorecido por un concurso feliz de circunstancias, que contribuyeron á dar á los españoles la posesión de tan inestimable tesoro, y juntamente de una literatura poética perfecta.

Era la alegría de la paz después de mil años de guerra y de piratería con los pueblos infieles del Mediterráneo: la regocijada conmemoración de la victoria conseguida por los payeses de Sóller sobre una flota de corsarios turcos en el siglo xvi.

¿Qué dirían nuestros intolerantes convecinos si por arte sobrenatural al despertarse una mañanita se hallasen viviendo en aquella gran Sevilla del siglo XVI?

Sevilla, población importantísima, el siglo XVI, era centro en el que se acogía un mundo de pícaros, como los que tan admirablemente retrató Cervantes en Rinconete y Cortadillo, y alrededor de toda aquella hampa, pululaban niños y mozalbetes, de quienes nadie cuidaba y á quienes nadie procuraba apartar de tan extraviados caminos.

Era el señor de Villemaurin uno de esos caballerosos sujetos que parecen haber sido respetados por la muerte para recordarnos los usos de las edades históricas en estos tiempos de degeneración que atravesamos. Según su fe de bautismo, no contaba nada más que setenta y nueve abriles; pero, por los hábitos y costumbres de su cuerpo y de su espíritu, pertenecía sin duda al siglo xvi.

Palabra del Dia

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