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Actualizado: 9 de julio de 2025


No se puede negar que la Pepita Jiménez es discreta: ninguna broma tonta, ninguna pregunta impertinente sobre mi vocación y sobre las órdenes que voy a recibir dentro de poco, han salido de sus labios.

¿Fue santa Sinforosa?... ¡Pues yo creí que había sido la otra! ¡Como leo todos los días el Año Cristiano, armo a veces unos galimatías!... Y dígame, madre Larín, ¿cree usted que perseverará mi hija, que su vocación será verdadera?

Las madres no tenían queja de ella y alababan su humildad y obediencia. No se distinguía, como Belén y Felisa, por su ardiente celo religioso, lo que indicaba falta de vocación para la vida claustral; pero cumplía sus deberes puntualmente, y esto bastaba.

Cuando el joven poeta, cuya vocación lo inclinaba al drama, comenzó á escribir para el teatro, tenía presentes, sin duda, todas aquellas imágenes poéticas, que habían entusiasmado á él y á todo el público, y era imposible que no fuesen fecundas, é influyeran también en su fantasía.

Estoy sumamente interesada en que logre usted lo que desea, tanto por mi prima, que es una lástima que consuma entre cuatro paredes su juventud, no teniendo vocación para ello, como por usted. Creo que de algo podré servirle en su campaña... Discurra usted, y vea si puede utilizarme, que tendré mucho gusto en ello.

La primera vocación de un muchacho es la guerra: tener un sable, un fusil, un cañón, aunque sean de juguete, generalmente por ahí terminan los hombres entre nosotros. Tener una o varias cajas de soldados, formarlos, hacerme la ilusión de que aquello es un ejército, ese era mi ideal en aquellos días.

Nunca he creído que fueses capaz de engañarme. Tampoco creas si elijo un estado distinto del que prefieren todas las mujeres, que lo hago por despecho o atraída por una falsa vocación. No; considera que si no he querido engañar a un hombre, no he de querer engañarme yo misma, ni engañar a Dios.

Pluguiera a Dios que mi madre hubiera tenido vocación de monja, que así yo no naciera, ni pasaran por mi familia desdichas que parecen una maldición que alcanza a la desventurada vida mía.

Pero al tomar todo esto como elementos de su arte, no conviene a mi ver, que se empeñe en ser didáctico, porque se expondrá a enseñar menos y peor que lo que enseña el más pobre de los manuales y a faltar a su vocación de artista, sin crear la belleza y sin producir el deleite estético por el vano empeño de patentizar y divulgar inauditas verdades.

Aunque no se había tratado nunca directamente del asunto, se había convenido, por un acuerdo tácito, que las dos niñas últimas no serían monjas, a no haber en ellas una vocación superior a toda resistencia prudente y moderada. Este implícito convenio era una imposición de la conciencia, o del miedo a la opinión del mundo. La mayor de aquellas dos niñas tenía un pretendiente.

Palabra del Dia

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