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Actualizado: 21 de noviembre de 2025


El cigarro que fumaba se me cayó de la mano, y yo no cómo no me caí de espaldas. ¡Un faro de cuatro tinsines que viven muriendo tras las telarañas que adornan los vidrios de un farol!

Pero tal solución, en fuerza de ser sencilla y de ser generalísima, es nula, porque borra todas las diferencias históricas, merced a las cuales viven cabalmente y medran, siendo igualmente necesarios para el progreso del arte el llamado idealismo y el llamado naturalismo o realismo.

Yo vi el cielo abierto, y en son de entretenimiento para el camino, le rogué que me contase cómo y con quiénes y de qué manera viven en la Corte los que no tenían, como él, porque me parecía dificultoso en este tiempo, que no solo se contenta cada uno con sus cosas, sino que aun solicitan las ajenas. -Muchos hay de esos -dijo-, y muchos de estos otros.

Pero si observáis con detenimiento a mis paisanos no tardaréis en descubrir que viven pagados y enorgullecidos de sus cosas; que para ellos no hay otras como las suyas, y que no las quieren distintas porque creen, de buena fe, que no las hay mejores.

En la plaza de Daraga, y tomando por lugar de cita la puerta de cualquier establecimiento, se forman tertulias á las que todas las tardes concurren cuantos europeos viven en aquel pueblo y en los de Legaspi y Albay.

Allí, con su torre como la flor de la magnolia, está la pagoda de Cambodia, la tierra donde ya no viven, porque murieron por la libertad, aquellos Kmers que hacían templos más altos que los montes.

Todos los que viven del arte son egoístas, con egoísmo implacable y feroz. Yo mismo, viendo pasar un entierro, me he olvidado del muerto para pensar: «Ese que va ahí me conocía tal vez...» Y, como Sara, he comprendido que la desaparición de aquella vida mermaba un poco mi pequeña popularidad.

Enfrente de éstos están los Mnochozuus, los Picozas que andan brutalmente desnudos, aun las mujeres, que sólo traen pendiente del cuello una faja para acomodar los niños. La nación de los Tapacurás se extiende entre Poniente y Septentrión y viven también á lo animal, totalmente desnudos, y á más de eso comen carne humana.

Inclinome á pensar que estas naciones de Tehuelches son los que los misioneros de Chile llamaban Peiyus, respecto que viven en el parage de este nombre mismo, aunque es verdad que se acercan ya á la costa.

En Infantes viven y brujulean al finalizar el siglo XVI los siguientes funcionarios políticos y judiciales: el vicario mayor de Montiel, otro vicario, un notario, un alguacil fiscal, un gobernador, un teniente del gobernador, un alguacil mayor, un escribano de gobernación, un alcaide de la Cárcel, diez y siete regidores, un fiel ejecutor, un depositario general, un mayordomo y procurador del Concejo, un escribano del Concejo... El vicario no tiene sueldo fijo, pero cobra el aprovechamiento de los derechos de su judicatura, y para que sean crecidos y suculentos sabrá ingeniarse sagazmente; el gobernador percibe 200.000 maravedís, y de ellos da 20.000 a su teniente; además, el gobernador «tiene, de los maravedís que en nombre de Su Majestad se ejecutan, ciento y cincuenta maravedís cuando la cantidad llega a cinco mil maravedís, y no más aunque pase, y de allí abajo, a real de plata»; y es preciso reconocer que el señor gobernador ni más ni menos que los gobernadores de ahora en otros órdenes hallará trazas para que los maravedís ejecutados lleguen siempre, caiga el que caiga, a los cinco mil codiciados.

Palabra del Dia

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