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No otra cosa se había propuesto el astuto aldeano. Quedaron las cosas a medida de su deseo. Andrés no fue más al molino por las tardes ni menos visitó la casa. Con esto parecían desatadas aquellas relaciones que juzgaba, no sin razón, como un obstáculo para el logro de sus fines.

Visitó al cardenal para quejarse de las gentes del claustro, y Su Eminencia, que vivía en perpetua indignación, se enfureció escuchándole, faltando poco para que le pegase. ¿Por qué le iba a él con tales cuentos? ¿Para qué le había concedido autoridad? ¿Es que bajo la sotana no tenía nada de hombre? El que faltase a la buena disciplina de la casa, ¡a la calle inmediatamente!

El joven le guiaría en su excursión, como el cornac que va sentado en la testa del elefante. Siguiendo sus indicaciones, se metió entre las dos torres y las casas para seguir una amplia avenida. Durante varias horas Gillespie visitó la capital, admirando la audacia constructiva de aquellos pigmeos.

En cuanto a contestó Vázquez, con un vago dejo de tristeza debo decir que siento no haberme casado... ¡Sobre todo cuando visito un «home» tan alegre y cariñoso como éste! ¡Pero aun está usted a tiempo de casarse, señor Vázquez! interrumpió otra vez Coca, como distraídamente y como arrepintiéndose luego de su distracción...

Entonces visitó al emperador Napoleón III en Biarritz, en su villa Eugenia, y á la reina Isabel en su residencia real de San Ildefonso. Otra expedición más importante hizo también el poeta en el año de 1872 á Oriente, con el Gran Duque de Meclemburgo.

Un día, Gillespie, con un esfuerzo supremo de su voluntad y más conmovido que cuando avanzaba en Francia contra las trincheras alemanas, visitó á la majestuosa viuda para manifestarle que Margaret y él se amaban y que solicitaba su mano. Aún se estremecía en el buque al recordar el tono glacial y cortante con que le había contestado la señora.

Nosotros no giramos lo que usted, amigo Goycochea: seis millones por año nada más, pero la ropa blanca es artículo que deja más que otros. Yo voy a Europa con frecuencia, visito a nuestros proveedores de Hamburgo, Milán y París, me entero de las novedades, y cada cinco o seis años me asomo a España y vivo en mi pueblo por unos días.

Entonces visitó al papa Pío IX en Gaeta, en donde se había refugiado después de estallar la revolución de Roma. Schack en esta ocasión besó varias veces la diestra del vicario de Jesucristo, cuya bondad, impresa en todos sus rasgos, hizo en él la impresión más favorable y duradera.

Bien podemos, pues, jactarnos de haber influido en que se fundase una religión que en el día profesan más de cuatrocientos millones de seres humanos. ¿Y habéis tratado y seguís tratando de la misma suerte a algunos sabios europeos, yendo vosotros de visita donde ellos residen? ¿Y cómo no? contestó Sankarachária . Yo tengo y visito así a varios amigos de Europa.

Buscó á éste inútilmente durante varios días. Visitó á los consignatarios de Nápoles, que se imaginaban al capitán de regreso á su país hacía mucho tiempo. Al no encontrarle sintió miedo. Debía estar ya en Barcelona, y lo que había empezado como un viaje heroico iba á convertirse en una fuga de adolescente travieso.