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Era más bien un ensueño plácido, en el que su cuerpo se dilataba con estiramientos de voluptuosidad y su imaginación corría por los risueños horizontes del optimismo. Las espumas de la cascada eran blancas, vibrando en las facetas de sus diamantes líquidos los colores del iris. El cielo era de tinta rosa, con lejanas músicas y suaves perfumes.

Cuando notamos que la tierra temblaba, corrimos, primero al jardín; pero venciendo la curiosidad, salimos a la calle y observamos a todo el mundo en las puertas de sus casas; caras llenas de espanto, gente que corría, mujeres arrodilladas, un pavor desatentado vibrando en la atmósfera.

¡Cállese usted! ¡No sea usted estúpido, hombre! ¡Chis, chiis, chiis! Al fin callaron todos y pudo oírse la fogosa melodía de Verdi, interpretada con singular delicadeza. La voz femenina que salía por los entreabiertos balcones rasgaba la atmósfera acuosa del exterior vibrando con fuerza por el ámbito de la plaza y yendo a perderse en las encrucijadas de la villa.

Una maniobra del Goethe lo dejó a un lado, y entonces apareció visible de proa a popa, con su casco férreo pintado de verde, agudo y veloz, y el velamen de sus cinco mástiles, amplio, enorme: un bosque de hojas de lona con nervios de acero, que recogía la menor brisa, vibrando y encabritándose bajo su soplo. Algunos pasajeros que bajaban del puente transmitían las noticias del telegrafista.

Lo decía con convicción, vibrando todos los músculos de su cara varonil, ardiendo como brasas sus ojos de moro veteados por la pasión con venillas de sangre. Y Leonora le miraba ahora con apasionamiento, como si viese un hombre nuevo. Estremecíase con una emoción nueva al oír los bárbaros ensueños, las amenazas de muerte.

MÁXIMO. Es la ira que aún está vibrando... No la provoque usted. Ni la provoco, ni la temo... porque me maltratas y yo te perdono. MÁXIMO. ¡Que me perdona!...¡a ! Se empeña usted en que yo sea homicida, y lo conseguirá. Enfurécete, grita, golpea... Aquí me tienes inconmovible... No hay fuerza humana que me quebrante, no hay poder que me aparte de mis caminos.

Ayer, al morir el día, junto a la Puerta Vieja tocaba, con la lengüeta de hierro vibrando entre sus labios, los aires del país monótonos y de dulce tristeza. Pepe, el casero, cantaba cantares andaluces convertidos en vetustenses... y Petra tañía la trompa quejumbrosa, y yo sentía lágrimas dulces dentro del pecho... y la vaga esperanza volvía a iluminar mi espíritu.

El fiero dragón se enrosca, los ciñe en negros dogales, el pecho para oprimirles y los pies por cautivarles. Que tal listón receloso dar hizo a Jarifa el padre para que hallase la muerte donde sus gustos buscase. Llega el rey enfurecido, vibrando el sangriento alfanje, y abrióle el pecho a Jarifa y el cuello dividió a Zaide.

Dicha gota ¿será el infusorio, la mónade primitiva que agitando y vibrando no tarda en convertirse en vibrador; el que, de escalón en escalón, pólipo, coral ó perla, llegará, tal vez, en el transcurso de diez mil años á la dignidad de insecto?

Dos mechones se desprendieron de los demás, vibrando en el aire cual doble serpiente. Anchos galones de plata recamaban la falda color zafiro, mientras la tela del jubón desaparecía bajo cuentas y canutillos, cota de abalorio cabrilleando sin cesar como el agua intranquila. La doncella levantó el rostro con los ojos entrecerrados, quedándose inmóvil un instante.