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Actualizado: 14 de junio de 2025
Dominado por aquella tentación, vibrando con ella, cual un junco en el torrente, Ramiro no vio que la criada, describiendo un rodeo, se dirigía a tomar las babuchas en el hueco del muro. La mujer, al encontrarse en aquel sitio con una cabeza humana, lanzó un grito de espanto.
Porque la certidumbre de mis veinticinco duros mensuales y mi gesto encogido de encanijado, me excluían para siempre de aquellas alegrías sociales, y venía entonces a herir mi pecho, como flecha que se clava en un tronco y queda mucho tiempo vibrando. Aun así, yo nunca llegué a considerarme un paria.
Cambia entonces la escena, representando una agreste montaña. D. Ramón, que como la Reina, vive há largo tiempo en la soledad, atraviesa fugitivo el teatro, cubierto con pieles de fiera, y tras él D. Martín vibrando su venablo de caza. Después que se reconocen ambos hermanos, acuerdan que D. Ramón atraiga al Rey á una escarpada peña, y que D. Martín lo precipite desde ella en el abismo.
Dijo esto con voz sorda, entrecortada, y jamás una palabra suya de mando obtuvo un eco más ruidoso. «¡Un espía!...» El grito hizo surgir hombres como si los vomitase la tierra; saltó de boca en boca, repitiéndose hasta lo infinito, conmoviendo los muelles y los buques, vibrando hasta más allá de lo que podía alcanzar la mirada, penetrando en todas partes con la difusión y la rapidez de las ondas sonoras. «¡Un espía!...» Corrían los hombres con redoblada agilidad; los cargadores abandonaban sus fardos para unirse á la persecución; saltaba gente de los vapores para colaborar en la humana cacería.
Palabra del Dia
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