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Actualizado: 21 de junio de 2025
Estamos en presencia de un libro de viajes escrito por una persona que, a pesar de haber viajado mucho, no es verdaderamente un viajero. El autor no siente la pasión de los viajes: soporta a su pesar las incomodidades materiales, se traslada de un punto a otro, pero maldice los fastidios del viaje de mar, el cambio de trenes, los pésimos hoteles, etc., etc.
Sus sesenta años, su cabeza blanca como la nieve, su rostro bondadoso, su afable sonrisa y su mirada serena hacían exclamar a todo el mundo: ahí va un hombre de bien, un justo. Don Salvador había viajado mucho y leído mucho con provecho. Sus conocimientos eran tan generales que su conversación resultaba siempre instructiva y amena.
Que el lector que nunca ha viajado imagine un lago en cuya superficie entera se cierne una inmensa falange de aves acuátiles de todos colores y dimensiones para nadar en la mas pintoresca confusion, y, prescindiendo del efecto que hacen los arbolajes, las velas y las humeantes chimeneas de los vapores, se tendrá una idea aproximativa del aspecto general del Támesis.
Es un caballero de la misma profesion, muy acreditado en ella, que ha viajado mucho para ponerse al nivel de los últimos adelantos en maquinaria, comisionado repetidas veces ya por el gobierno, ya por sociedades de fabricantes, para comparar diferentes sistemas de construccion y elaboracion: el juez es competente; no es fácil haya sido engañado por un charlatan cualquiera.
Pero Pablo apenas había vivido en Mallorca: había viajado mucho; no era como los de su raza, inmóviles en la misma postura durante siglos, reproduciéndose sobre el montón de su vileza y su cobardía, sin fuerzas ni solidaridad para levantarse e imponer respeto. Jaime conocía en París y en Berlín ricas familias de judíos.
Tal vez era de él la culpa, ya que toleraba desobediencias en su escritorio. Y Fermín, porque había viajado, porque había vivido en Londres y leído unos libracos venenosos para su alma, se creía con derecho a imitarles. ¿Acaso era él extranjero? ¿No lo habían bautizado al nacer? ¿O es que por haber ido a Inglaterra, a costa del bolsillo de su difunto padre, se creía superior a los demás?...
Donde no pude penetrar, he seguido la relacion que me hicieron los indios nativos, y los españoles cautivos que han vivido muchos años entre ellos, y logrado despues su libertad: uno de los cuales fué el hijo del capitan Mancilla de Buenos Aires, que estuvo 6 años prisionero entre los Tehuelches, y que habia viajado por la mayor parte del pais: de lo que tambien me instruyó el gran cacique Congapol, que residió en Huichin, á la orilla del rio Negro.
Su facha denunciaba su profesión militar y su natural hidalgo; tenía bigote blanco y marcial arrogancia, continente reposado, ojos vivos, sonrisa entre picaresca y bondadosa; vestía con mucho esmero y limpieza, y su palabra era sumamente instructiva, porque había viajado y servido en Cuba y en Filipinas; había tenido muchas aventuras y visto muchas y muy extrañas cosas.
Para que no se extrañe la severidad con que trato á los autores de viajes, sin que por esto me proponga rebajar el mérito donde quiera que se halle, bastará recordar las necedades y disparates que han publicado algunos extranjeros que han viajado por España.
Yo puedo decir que una de mis mayores satisfacciones literarias la tuve hace dos años, estando en California, al conversar con un japonés que había viajado por toda Asia. Este hombre me habló de una de mis novelas, contándome su «argumento» del principio al desenlace para convencerme de que la conocía bien.
Palabra del Dia
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