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Actualizado: 6 de junio de 2025
Pero el andante caballero busque los rincones del mundo; éntrese en los más intricados laberintos; acometa a cada paso lo imposible; resista en los páramos despoblados los ardientes rayos del sol en la mitad del verano, y en el invierno la dura inclemencia de los vientos y de los yelos; no le asombren leones, ni le espanten vestiglos, ni atemoricen endriagos; que buscar éstos, acometer aquéllos y vencerlos a todos son sus principales y verdaderos ejercicios.
No digo yo, respondió Miguel de Cervantes, por el temor de un viejo, que tal debe serlo quien, teniendo vos veintidós años, pretendió a vuestra madre antes que vos nacierais, sino por el de todos los trasgos, jigantes, enanos y vestiglos de los libros de caballería, y aun por el de los doce de la Tabla Redonda que vinieran a reñiros con toda la cohorte de magos y de encantadores que en los tales libros se nombran, dejara yo de venir a daros música y a hablar con vos, si era que vos me concedíais esta merced venturosa.
-No entiendo ese latín -respondió don Quijote-, mas yo sé bien que no puse las manos, sino este lanzón; cuanto más, que yo no pensé que ofendía a sacerdotes ni a cosas de la Iglesia, a quien respeto y adoro como católico y fiel cristiano que soy, sino a fantasmas y a vestiglos del otro mundo; y, cuando eso así fuese, en la memoria tengo lo que le pasó al Cid Ruy Díaz, cuando quebró la silla del embajador de aquel rey delante de Su Santidad del Papa, por lo cual lo descomulgó, y anduvo aquel día el buen Rodrigo de Vivar como muy honrado y valiente caballero.
Todos iban murmurando. ¿Para qué desafiar al diablo, o al ahijado del diablo? ¡Nada más vano que luchar contra vestiglos y fantasmas! En su incursión a las islas se internaron el comisario Rodríguez, seguido del escribiente Peñálvez, mientras los demás hombres estaban «mateando» junto a la canoa que los trajera, a través de una tupida selva de helechos, ceibos y espinillos.
Había pues que salir huyendo de aquel tan concurrido paraje, por las molestias del piso y por el hedor, y, dejando á un lado los sucios paredones de las huertas de los conventos de San Francisco y de San Buenaventura, cuya irregular traza formaba estrechos, tortuosos y terrizos callejones, para entrar por la famosa calle de las Sierpes, pero ya en ella tampoco sería extraño el hallar á cada paso montones de basura á las puertas de menestrales ó posaderos, ó bien en forma de artísticas pirámides, arrimados á los rincones que formaban los entrantes y salientes de las casas y conventos de las Mínimas y de Pasión, muy apropiados para que los vecinos vertiesen las inmundicias y «vestiglos» que así llamaban entonces á los animales muertos, no obstante que habia persona á cuyo cargo estaba el recogerlos.
Así que, señor mío, más vale ser humilde frailecito, de cualquier orden que sea, que valiente y andante caballero; mas alcanzan con Dios dos docenas de diciplinas que dos mil lanzadas, ora las den a gigantes, ora a vestiglos o a endrigos.
Palabra del Dia
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