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Eso es, sin embargo, lo que intentamos Marenval y yo. Pedro Vesín miró con curiosidad á sus interlocutores, se puso serio y dijo: ¿Ustedes? Dos hombres de sociedad, sin conocer nada del procedimiento y seguramente muy sinceros y extraños á toda intriga. ¿Y por qué tal resolución? ¿En nombre de quién? ¿Con qué interés?

Si la justicia quiere ser respetada, es preciso que sea humana. ¡Si no, será arrastrada por el impulso general! ¡Bravo! Marenval, exclamó Vesín, llega usted á ser elocuente. ¡Adelante, héroes! ¡Combatid! ¡Mis votos os acompañen! Usted está retirado de los negocios; la empresa que ahora acomete le entretendrá. Más vale esto que jugar al poker ó que tallar en el baccará.

Pedro Vesín que había vuelto del palacio de Justicia hacía una hora, estaba sentado al lado del fuego y leyendo pacíficamente, cuando su criado le anunció la visita de Tragomer y Marenval. El magistrado dejó el libro, pasó al salón y dijo saliendo al encuentro de los visitantes con la mano extendida: Mi querido vizconde, y usted, primo, sean bien venidos. ¿Qué buen viento les traer?

En el bolsillo de su levita se encontró la declaración de Lea probando la inocencia de Jacobo, que fué enviada á la embajada francesa por la policía de Londres. Vesín marchó á París, á fin de activar la revisión del proceso. Los Harvey en su yate y Marenval, Tragomer y la familia de Freneuse en el Magic, se habían dirigido á Cowes.

¡Silencio! dijo Cristián en voz baja. No es hora de recriminar, sino de tener actividad. Con un mozo como Sorege todo es de temer mientras no le hayamos puesto á buen recaudo. Ya habéis visto cómo se ha defendido. Dejemos á Jacobo y vamos á casa de Vesín.

Lo admito entre nosotros, en la intimidad, dijo Vesín riéndose; pero en público no lo admitiría de ningún modo. que se representa á la justicia con una benda en los ojos, pero ese disfraz es un accesorio que no tiene valor más que para los poetas. La justicia, que es, en suma, un poder arbitrario, debe ser inmutable é infalible, pues de no ser así no sería posible aceptarlo.

No, queremos continuar la conversación con usted delante del señor de Vesín, fiscal de la Audiencia de París ¡tranquilícese usted! en vacaciones, y nuestro amigo Marenval, á quien usted conoce bien. Cuantos más testigos haya de lo que hemos dicho y de lo que vamos á decir, mejor. Al contrario de lo que usted decía antes, estamos decididos á hacer todo el ruido posible.

¡Diantre! dijo Vesín; si no me retuvieran mis funciones, me iría con ustedes nada más que por hacer el viaje. Pero un fiscal en tal expedición resultaría algo fuera del cuadro. Convengo en ello, dijo Tragomer; pero consuélese usted; le traeremos fotografías. Aquella grave conversación acabó en broma.

Si por nuestro dinero, dirán, no podemos pagarnos maridos de confianza, más nos vale quedarnos solteras. Habrá que avisar también á Vesín. Su concurso nos ha sido muy útil y es justo que sea de los primeros en saber el éxito de nuestros esfuerzos. Y prevendremos en seguida á mi madre de que todo va por buen camino, dijo Jacobo.

Mañana se marchará y Sorege no podrá contar más que con nosotros. Hagamos, pues, lo convenido. , Cristián, vete á llevar la buena noticia á mi madre. Usted, Marenval, á casa de Vesín. Yo iré á ver á miss Harvey y allí nos encontraremos todos después. En cuanto Sorege despertó y tomó su desayuno, tomó un coche de alquiler y se dirigió á Tavistock-Street. Nunca el tal hacía las cosas á medias.