Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 12 de junio de 2025
Las gentes de la costa hablaban de un transporte que había sido torpedeado viniendo de Argel... Y revueltos con los hombres se iban encontrando cadáveres de mujeres desfiguradas por la hinchazón, hasta el punto de que sólo por algunos detalles era posible adivinar su edad: madres que tenían arqueados sus brazos como si guardasen con un último esfuerzo el hijo desaparecido; muchachas cuyo pudor virginal había sido violado por el mar, mostrando sus piernas desnudas, tumefactas, verdosas, con profundos mordiscos de peces carniceros.
En unos lugares, estos muros tenían como cimiento visible las rocas que emergían como verdosas cabezas, lavadas incesantemente por las espumas; en otros, bajaban hasta perderse en la profundidad acuática, lo mismo que los diques de los puertos, cubriendo las antiguas oquedades del promontorio, las cuevas, las caletas en formación, todos los ángulos entrantes que habían sido rellenados con tierra vegetal.
Junto á la rampa de bajada estaban los animales de desecho: asnos sin orejas, de pelo sucio y asquerosas pústulas; caballos tristes, cuyo pellejo parecía agujerearse con lo anguloso de la descarnada osamenta; mulas cegatas, con cuello de cigüeña; toda la miseria del mercado, los náufragos del trabajo, que, con el cuero rayado á palos, el estómago contraído y las excoriaciones inflamadas por las moscas verdosas y panzudas, esperaban la llegada del contratista de las corridas de toros ó del mendigo, que aún sabrían utilizarlos.
El borde de piedra del estanque estaba semiderruido, y las gruesas bolas de granito que lo guarnecían andaban rodando por la hierba, verdosas de musgo, esparcidas aquí y acullá como gigantescos proyectiles en algún desierto campo de batalla.
Roto, despedazado y recogido así el velo que me había ocultado la realidad del panorama, se destacó limpia y bien determinada la línea de la costa sobre la faja azul de la mar, y aparecieron las notas difusas de cada paisaje en el ambiente de las lejanías y en los valles más cercanos: las manchas verdosas de las praderas, los puntos blancos de sus barriadas, los toques negros de las arboledas, el azul carminoso de los montes, las líneas plateadas de los caminos reales, las tiras relucientes de los ríos culebreando por el llano a sus desembocaduras, las sombrías cuencas de sus cauces entre los repliegues de la montaña... Todos estos detalles, y otros y otros mil, ordenados y compuestos con arte sobrehumano en medio de un derroche de luz, tenían por complemento de su grandiosidad y hermosura el silencio imponente y la augusta soledad de las salvajes alturas de mi observatorio.
Compró Lucía de cuanto pudo hallar en el puesto, hasta un rosario de esas cuentas verdosas y turbias como un agua amarga, que no sin gran verdad analógica se llaman lágrimas de Job. ¡No sé cómo te gusta ese rosario tan feo! decía Pilar. ¡Mira! exclamaba Lucía . ¡Si parecen lágrimas de veras! Mas también la golondrina de Levante se voló, en busca de zonas más templadas.
Casi sin corriente, por la escasa inclinación del suelo, la masa fangosa corre lentamente por entre dos líneas de casas con sus paredes cubiertas de algas verdosas, su maderamen roído por la humedad y sus enlucidos cayéndose á pedazos.
Dilátanse a uno y otro lado las estrechas paralelas de los surcos cubiertas por mieses amarillentas o verdosas, y esmaltando el gris oscuro de los secos terrones, crecen profusamente las encendidas amapolas, los azulejos pálidos y las margaritas de botón de oro.
Hojas había muy diferentes entre sí: unas, obscuras, en descomposición, vueltas ya casi mantillo: otras secas, quebradizas, encogidas; otras amarillas, o aun algo verdosas, húmedas todavía, con los jugos del tronco que las sustentara.
Palabra del Dia
Otros Mirando