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Actualizado: 15 de octubre de 2025
Kao-Hsien-fa, general de Corea, fué vencido por los árabes, que llevaban por auxiliares á los turcomanos, cerca de una ciudad llamada Kangli, en la orilla del río Tharâz. Los vencedores traspasaron las fronteras mismas del Celeste Imperio persiguiendo á los chinos, y les hicieron muchos prisioneros. Entre ellos había, por feliz casualidad, algunos que tenían por oficio hacer papel.
A los seis años de su profesión, sor Misericordia se llamaba la madre abadesa. Su competidora vencida enfermó de rabia, y murió desesperada bajo la presión de su vencedora. Hay entre las armas antiguas una que se llama puñal de misericordia. Con este puñal remataban los vencedores á los vencidos. A esta madre, en fin, fué á visitar la joven y hermosa doña Catalina de Sandoval, condesa de Lemos.
Casi nada: la vida de las numerosas clases descontentas no ofrece gran aliciente para que se la prefiera á una muerte gloriosa. Bien se puede tentar un suicidio; pero ¿y después? ¿No quedaría un arroyo de sangre entre vencedores y vencidos, y no podrían éstos con el tiempo y con la experiencia igualar en fuerzas, ya que son superiores en número, á sus dominadores? ¿Quién dice que no?
Aquí fue donde se domesticaron y civilizaron algo, sometiéndose sin sentirlo los vencedores á la superior inteligencia y saber de los vencidos y al influjo que de esto nace. Los árabes mismos no poseían, al extenderse por el mundo y al apoderarse de España, una civilización superior y propia.
En las escenas más apasionadas, cuando se espera oir el lenguaje sencillo del sentimiento, nos choca con frecuencia lo rebuscado de su expresión. Es muy singular que Calderón, cuyo celo por el catolicismo lo ciega casi siempre contra todos sus adversarios, atribuya aquí á los moriscos todo linaje de virtudes nobles y heróicas, haciendo más interesantes á los vencidos que á los vencedores.
Tambien será acertado, que Marquino, Pues es un agorero tan famoso, Mire qué estrella, qué planeta ó signo Nos amenaza muerte, ó fin honroso, Y si puede hallar algun camino Que nos pueda mostrar si del dudoso Cerco cruel, do estamos oprimidos, Saldremos vencedores ó vencidos.
Quisieron los vencidos rehacerse dentro de los reparos, pero no fué posible, porque los vencedores entraron juntamente con ellos, dándoles la muerte entre los brazos de sus mujeres, á quien muchas veces alcanzaba la espada, porque sin excepcion de sexo ni edad salian á la defensa de sus hijos, y maridos ofreciendo sus cuerpos al rigor de la muerte.
Este orientalismo es tan español y tan poco oriental, que á raíz de la última reconquista se manifiesta esplendorosamente en prosa y en verso en nuestra literatura española y nace del concepto fantástico, transfigurado y hermoso, que la mente de los vencedores crea y forma de las costumbres, usos, pasiones y cultura del pueblo á quien ha vencido.
Una frase, empero, sobrevive siempre entre nosotros, cuya existencia es tanto más difícil de concebir, cuanto que no es de la naturaleza de esas de que acabamos de hablar; éstas sirven en las revoluciones a lisonjear a los partidos y a humillar a los caídos, objeto que se entiende perfectamente, una vez conocida la generosa condición del hombre; pero la frase que forma el objeto de este artículo se perpetúa entre nosotros, siendo sólo un funesto padrón de ignominia para los que la oyen y para los mismos que la dicen: así la repiten los vencidos como los vencedores, los que pueden como los que no quieren extirparla; los propios, en fin, como los extraños.
Dice Montaner encareciendo el desorden que hubo por nuestra parte, que los Capitanes y Caballeros no pudieron detener ni impedir las crueldades que los vencedores ejecutaron en los vencidos, porque perdido el temor de Dios y el respeto debido á sus Capitanes, y el de su misma naturalezas, despedazaban cuerpos inocentes, por la edad incapaces de culpa; hasta los animales quisieron entregar á la muerte, porque en el lugar no quedase cosa viva.
Palabra del Dia
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