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Actualizado: 11 de junio de 2025
Y cuando la veíamos aparecer entre los árboles más galana y más fresca que una azucena de mayo, no hubo nunca un lucero en el cielo que nos pareciese más hermoso.
Y por todas partes, entre la hiedra y el musgo, ó entre las flores silvestres y las altas matas con que adornaba Mayo aquellos montones de labrados mármoles, veíamos los escudos de armas de la casa de Oropesa, esculpidos en las piedras que sirvieron de claves ó de capiteles á las arcadas hoy derruídas.
Anduvimos este dia 4 leguas. El 16, salimos al salir el sol: dá el rio vueltas de N á S, y al poniente á una y otra márgen hay elevadas barrancas con algunas cuevas, criaderos de tigres; y los hay con tal abundancia, que los veiamos de cinco y seis, pero sin hacer daño. A la parte del N vimos una indiada; vino uno de ellos á la canoa, y díjome ser chiriguano.
Nos fijamos más; pero no conseguimos sino ratificarnos en la idea anterior de que aquello era encaje. Aún á trueque de quebrantar los estatutos de la casa, la persona que nos conducia nos permitió que tocáramos el ribete en que nosotros veiamos positivamente una blonda. Tocamos; aquel tul no era tul, sino porcelana.
Al cruzar por delante de ellas, como les daba la luna por la espalda, sólo percibíamos la silueta de sus hermosas cabezas desnudas o cubiertas por blanca toquilla; pero sí veíamos lucir, con vivo relampagueo, sus ojos negros, sus dientes blancos, marroquíes.
Esperábamos con impaciencia que rayase el alba: no veíamos llegada la hora de penetrar en esos templos donde tantos emires y califas adoraron al Profeta, en esos ricos alcázares donde fueron recibidas tan brillantes embajadas y perpetrados los mas negros crímenes, en esos ensangrentados muros de que colgaron los reyes moros las cabezas de sus enemigos, en esos encantados jardines donde languidecieron de amor tantas sultanas, en esos profundos acueductos, abiertos en las peñas, donde gimió sin ser oida tanta muchedumbre de cautivos.
Una condición anti-sanitaria se denuncia en absoluto como un mal intolerable; relativamente hablando, se calmaría el tono de nuestra censura si se tuviera en cuenta que semejante mal viene de más lejos, lo sufríamos en silencio cuando ignorábamos no su existencia, sino sus consecuencias sobre la salud, de manera que para nosotros existía en estado latente y no la veíamos por falta de preparación.
Todos veíamos perfectamente que la cosa apenas comenzaba. Dirigíme á la playa, y en aquel trayecto asaz largo tuve ocasión de observar, de estudiar en una zona de nubes que, á mi entender, podía extenderse en todas direcciones cosa de ocho ó diez leguas.
No es que nos alcanzaban, no señor. ¡Bueno es El Socarrao para dejarse atrapar teniendo viento! Navegábamos como un delfín, con el casco inclinado y las olas lamiendo la cubierta; pero en el cañonero apretaban las máquinas y cada vez veíamos más grande al barco, aunque no por esto perdíamos mucha distancia. ¡Ah! ¡Si hubiéramos estado á media tarde!
En todas direcciones veíamos riberas bajas y de tintas melancólicas, rara vez dominadas por colinas de alguna consideracion, literalmente cubiertas de viñedos, y salpicadas de una multitud de pequeñas ó regulares poblaciones.
Palabra del Dia
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