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Actualizado: 9 de junio de 2025
Una vez que todos los otros medios habían sido vanos, ya que él no oía la voz del deber, ella era la única que podía salvarle. La dije que le abandonara, que huyera: que desapareciera. Ella no quiso. Yo insistí: «Usted ama a otro: váyase lejos con su nuevo amante.» Ella me prohibió que la hablara en esa forma, y quiso saber quién era yo.
No pesaba más que un ramo de flores, pero el capellán juró y perjuró que parecía hecha de plomo. Aguardaba el ama en pie, y él se había sentado con la chiquilla en brazos. Déjemela un poquito... suplicó . Ahora, mientras duerme.... No despertará de seguro en mucho tiempo. Ya la llamaré cuando haga falta. Ama, váyase.
Se alzó de su asiento, y antes de que el Comendador hablase, le dijo: Váyase V., D. Fadrique, váyase V. ¿Qué palabras, qué explicaciones pueden mediar entre nosotros, que no produzcan una tempestad, sobre todo si nos hablamos sin testigos? ¿Para qué me busca V.? ¿Para qué me provoca? No podemos hablarnos; apenas si podemos mirarnos sin herirnos de muerte. ¿Es V. tan cruel, que desea matarme?
Cuanto más, que estos leones no vienen contra vuesa merced, ni lo sueñan: van presentados a Su Majestad, y no será bien detenerlos ni impedirles su viaje. -Váyase vuesa merced, señor hidalgo -respondió don Quijote-, a entender con su perdigón manso y con su hurón atrevido, y deje a cada uno hacer su oficio.
-Señor comisario -dijo entonces el galeote-, váyase poco a poco, y no andemos ahora a deslindar nombres y sobrenombres. Ginés me llamo y no Ginesillo, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Parapilla, como voacé dice; y cada uno se dé una vuelta a la redonda, y no hará poco. -Hable con menos tono -replicó el comisario-, señor ladrón de más de la marca, si no quiere que le haga callar, mal que le pese.
Yo no quise hacerlo, aunque me invitaron con insistencia. La condesita me dijo al darme la mano: Váyase usted esta noche por el teatro y hablaremos. Comí con premura, me vestí y me eché a la calle en el momento en que entraba Villa. Le vi inmutarse, y me respondió, turbado, que había tenido que hacer en el cuartel.
No es la muerte la que me espera, sino la vida y el placer... ¡Váyase usted: déjeme sola: él va a venir ahora!... Yo también miré entonces en torno mío, desconcertado: mi mano armada temblaba. Y como en mi mirada había una pregunta, ella la comprendió: ¡Va a venir: soy suya!... La roja llamarada me subió otra vez, más furiosa, a los ojos y a la frente. ¡Cállese usted! la grité.
Empezaron á brillar luces en las casas, perforando con sus rojas punzadas la gasa violeta del crepúsculo. Celinda y su acompañante contemplaban el pueblo y el río silenciosamente, como si temieran cortar con sus voces la calma melancólica del ocaso. Váyase, señorita Rojas dijo él de pronto, repeliendo la dulce influencia del ambiente . Va á cerrar la noche y su estancia se halla lejos.
«Dice usted que ese José Izquierdo... Pero no quiero saber nada. Váyase usted». Ido había traspasado el hueco de la puerta, y Jacinta cerró de golpe, a punto que él abría la boca para añadir quizás algún pormenor interesante a sus revelaciones. Tuvo la dama intenciones de llamarle.
¿Qué ocurre? ¿qué hay? continuó Sandy con voz aguardentosa. ¡Levántese, hombre degenerado! dijo exasperada. ¡Levántese y váyase a casa! Sandy se levantó zigzagueando. Medía seis pies de altura; doña María temblaba. Sandy adelantó con ímpetu algunos pasos y parose de súbito. ¿Por qué me he de ir a casa? preguntó de repente con seriedad.
Palabra del Dia
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