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No pude porfiar, perdido de risa de ver la suma ignorancia; antes le dije cierto que eran dignas de cualquier premio y que no había oído cosa tan graciosa en mi vida. ¿No? -dijo al mismo punto-; pues oya V. Md. un pedacito de un librillo que tengo hecho a las once mil vírgenes adonde a cada una he compuesto cincuenta octavas, cosa rica.

No; llegaban a la isla donde muchas veces había pasado las tardes Rafael, oculto en los matorrales, aislado por el agua, soñando con ser uno de aquellos aventureros de las praderas vírgenes o de los inmensos ríos americanos, cuyas peripecias seguía en las novelas de Fenimore Cooper y Maine Reid.

3 Las que eran fatuas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; 4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas. 5 Y tardándose el esposo, cabecearon todas, y se durmieron. 6 Y a la medianoche fue hecho un clamor: He aquí, el esposo viene; salid a recibirle. 7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y aderezaron sus lámparas.

A ese clero que condena a la tisis del hambre a dignos comerciantes, a padres de familia; a ese clero que dispersa los hogares y hunde en alcantarillas inmundas, mal llamadas celdas, a las vírgenes del Señor, y que entiende que las entrega a Jesús entregándolas a la muerte.

Clara contestó sin duda que con un movimiento de cabeza. El sermón de la devota dejó un eco en la sala. Señoras: para concluir, me permitiré una observación dijo don Gil. Yo no veo un escándalo en que la señora doña Clarita salga en la procesión de las vírgenes.

En vos, Virgen dulcisima Maria, Entre Dios y los hombres medianera, De nuestro mar incierto cierta guia, Virgen, entre las virgenes primera, En vos, Virgen y madre, en vos confia Mi alma, que sin vos en nadie espera, Que me haveis de sacar con vuestras manos De dura servidumbre de paganos.

Iguales a las procesiones de vírgenes que desfilan en los tímpanos de las catedrales llevando como ofrenda entre ambas manos un cofre de reliquias, las vírgenes americanas de falda trabada, altos tacones y paso airoso iban de grupo en grupo regalando dulces: «¿Un bombón, señora? ¿Un chocolate, señor?...».

Las vírgenes negras de España, inexplicables para la devoción peninsular, se reprodujeron en América, con gran entusiasmo de la gente de color. Y todo este pasado vive ennoblecido e indiscutible bajo una pátina de siglos que lo hace cada vez más venerable. Créame, Maltrana. Al llegar allá, enfunde su burla y procure no hablar de religión, si es que busca apoyo en las damas.

Tengo motivos para creer que la imaginación es su facultad predominante. Un día que dábamos un paseo por la Moncloa se nos acabó el tabaco. Era otoño. Sindulfo cogió un puñado de hojas secas de chopo, las estrujó y las metió en su pipa. Después dejó errar su mirada por las lejanías de El Pardo, añorando sin duda los bosques vírgenes del Arauco.

Las florestas vírgenes del Brasil, que con tanta perfeccion y gracia ha trasladado al lienzo el pincel de uno de los mejores artistas franceses, en nada se parecen á las de los lugares donde yo me hallaba. En estos, ayudada la naturaleza por un temperamento cálido y constantemente húmedo, ha tomado un desarrollo tal, que no hay cosa que pueda comparársele.