Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 21 de junio de 2025
Esperó a que Vérod contestase; pero como éste era incapaz de decir una palabra, el Príncipe continuó: Usted no puede matarme, porque recuerdo la ley del perdón que ella practicaba.
¡Y no ve usted que dijo la verdad! arguyó Vérod. ¡Si esa mujer hubiera sabido que Zakunine era inocente, se habría reído al oírle a usted! ¡No lo habría creído! ¡Habría descubierto el ardid! ¿Cómo podría creer que su amigo había confesado una culpa jamás cometida por él?
Pero las disquisiciones volvían a comenzar pronto, pues si entre el ginebrino y la italiana no había existido una amistad sencilla y honesta, tanto menos, sencilla y honesta se debía creer la amistad de los dos nihilistas: por consiguiente, si el Príncipe y la estudiante eran amante y querido, ninguno de los dos podía pensar en dolerse del amor de la Condesa, por Vérod, ni en querer el mal de la una ni del otro: ambos debían, por el contrario, alegrarse, porque ese amor los dejaba libres de hacer lo que más les agradara.
Porque, efectivamente, cambiada ya la disposición de su espíritu, Vérod acusaba a la muerta no solamente de debilidad sino de mentira y casi de indignidad.
La índole triste de Vérod se había revelado desde aquellos días lejanos, en las discusiones juveniles con los camaradas: ninguno de los sentimientos a que Ferpierre había obedecido sucesivamente, ni los entusiasmos poéticos, ni el severo deber parecían inteligibles a esa alma cerrada. ¿Se acordaría él también de aquellas antiguas relaciones? ¿Había pedido ver al juez instructor por qué sabía quién era? ¿Iba a darse a conocer?
La esperanza que habría debido sostener a esa mujer ¿no se habría convertido más bien, en un nuevo y último motivo de desesperación? ¿Cómo?... ¿Por qué?... balbuceó Vérod, aturdido. Digo que, queriéndole a usted esa señora y no pudiendo amarle sino a costa del respeto que se tenía a sí misma, no encontró en el amor que usted la tenía el consuelo que usted dice.
Ferpierre tomó el diario, lo abrió en la página en que había encontrado las flores y lo pasó al joven. «El gozo no tiene tanta virtud para hacer olvidar el dolor, como un nuevo dolor. La noche del 12 de agosto.» Roberto Vérod contemplaba las flores muertas, y releía con los ojos enjutos aquel mortal pensamiento. Ya no podía llorar.
¡Si había un culpable!... Efectivamente: suponiendo que Vérod denunciara al juez la mentira de la Natzichet, ¿cómo podría convencerle de la culpabilidad de Zakunine? Si la inocente se acusaba por salvar al reo, ¿cómo inducir al reo a confesar?
¿Era de esperar que Zakunine hubiera cumplido la única condición impuesta por la desventurada?... Al reconstruir con la ayuda de esas confesiones el carácter del acusado, veía Ferpierre que el juicio adverso a ese hombre, formulado por Roberto Vérod, no era fruto de la pasión.
O el joven no le reconocía, o no quería decirle que le reconocía. Bueno. ¿Cuáles son las pruebas que quiere usted comunicarme? No solamente Vérod no estaba ya seguro de sí mismo, como al principio, sino que de acusador parecía haberse convertido de improviso en acusado, tan grande fue su confusión al oír la pregunta que el juez le hacía.
Palabra del Dia
Otros Mirando