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Actualizado: 25 de mayo de 2025


En la cabeza de Urbási las cuatro matronas echaron por último un rojo y transparente velo. Recitando himnos con entonada melopeya, Narada invocó a los lares y a los manes, genios protectores del hogar y espíritus de los antepasados.

Urbási, desde que llegó a ser núbil, se sintió atormentada por amor sin objeto; pero no sin objeto, sino por objeto a su ver imaginario, que columbraba su mente en la vaga penumbra de confusos recuerdos, en las casi borradas impresiones que anteriores existencias acaso han dejado en el alma. Antes de que te viese, Urbási te amaba. Te vio, y fuiste su salvador. En el día, Urbási te idolatra.

Natural era que Urbási, bajo el influjo de las creencias religiosas, propias de su nación y de su casta, se diese a entender que había transmigrado su alma, que en otras vidas había amado a Morsamor, y que más tarde había renacido para volver a amarle.

Rápidamente la bajaron, asidos de nuevo de la mano Morsamor y Urbási. Con cariñoso afecto estrechó Morsamor la mano de Urbási, blanca, suave y admirablemente formada.

La fama de tus bizarrías había llegado hasta nosotros. Consideramos útil tu auxilio y yo fui a buscarte. Harto bien sabes lo demás por haber sido tan principal actor en todo. Lo que ignoras es que Urbási se halla de nuevo en grave peligro. Ha desdeñado al rey muslime y se le ha resistido, pero no desdeña menos a Balarán, el cual la adora y está resuelto a hacerla suya de grado o por fuerza.

No será, no será mientras yo viva interrumpió Morsamor con ímpetu apasionado . Yo liberté y salvé a Urbási, y Urbási será mía o pereceré en la demanda. No cómo ponderarte dijo Narada la alegría y la confianza que tus nobles palabras infunden en mi pecho. Bien puedo ya declarártelo todo sin recelo alguno.

Ilustrada luego la mente de Urbási por superior inteligencia, ha concebido el ideal completo de la mujer. Y Urbási con voluntad firme y constante, ha logrado realizarle en misma, tanto en lo íntimo del espíritu como en la visible y terrenal apariencia. Sabe, sin hacer le ello alarde, las ciencias reveladas y ocultas de los brahmanes.

Después, sostenida en el brazo derecho de Morsamor y reclinada en su hombro, tras no breve pausa de silencio y reposo, Urbási con lánguida y entrecortada voz, dijo a Morsamor casi al oído: No; este amor invencible, fuerte, gigante, inmenso, no ha podido nacer en , ni ha nacido de súbito. Antes de conocerte yo te presentía y te amaba.

Morsamor, entonces, tomó a Urbási en sus brazos, recogiéndole cuidadosamente la falda; atravesó con rapidez y valentía por el salón incendiado; y, precedido de Tiburcio llegó sano y salvo hasta el arranque de la grande escalera. Hechizado y orgulloso de su dulce carga, nada le fatigaba su peso, y Morsamor no la hubiera soltado a no exigir ella descender la escalera por su pie.

Absorto en su alegría, nada acertaba a contestar Morsamor, cuando se vio cercado de multitud de gente, así del pueblo como de los mismos aventureros que militaban bajo sus órdenes. Entusiasmados todos por sus hazañas, le aclamaban por héroe, casi le adoraban como a un semidiós y le levantaban en hombros para llevarle en triunfo. En aquel bullicio y alborozo Urbási y Morsamor se separaron.

Palabra del Dia

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