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Desde la entrada del pueblo principian los puestos, las «vendimias», como dicen en Villaverde las fondas y los figones, improvisados bajo un toldo de manta, o a la sombra de una enramada. Por todas partes vendedores de frutas, de torrados, de cacahuates, de «tepache», de bizcochos y de dulces. Helados, refrescos, aguardientes, todo tiene allí salida. Hay allí cosas para todos los gustos.

Algunos minutos después, continuando una conversación empezada cuando ella se presentó, la pusieron en antecedentes de un íntimo asunto de familia y la consultaron como si fuese la persona de más confianza y más allegada a la casa. Después Carmen, la menor, la llevó a su cuarto y le mostró, con mucho misterio, un diario de su vida que había comenzado a escribir.

Mírale, mírale, ¿le conocesTenía tan demudado el semblante, feo y hecho un tizón de fuego, que mal le podía conocer; pero, finalmente, después de fijar muchas veces en él la vista, reconoció quién era. Entonces el desgraciado Antonio, dando un profundo suspiro y volviéndose á Lucas, le habló de esta manera.

¡Discretos homenajes que invocaban inconscientemente el pasado! Pero para Liette no tenía ya rencor y habíase hecho en su alma la paz. Las arrugas que por un momento habían alterado su límpida superficie al soplo de la cólera y de la indignación, se habían borrado sin dejar trazas a la primera sonrisa del niño. Liette era madre, nada más que madre, y era bastante.

Recuerdo la ribera do á meditar yo iba Y el árbol perfumado que sombra me prestaba, Recuerdo los momentos en que se deslizaba Mi vida por un lago sereno de placer.

La rociada de la batería oculta pasó á lo largo de la avenida, barriendo los vivos, destrozando por segunda vez á los muertos, matando los caballos, rompiendo las ruedas de las piezas, haciendo volar un armón con llamaradas de volcán, en cuyo fondo rojo y azulado saltaban cuerpos negros. Vió centenares de hombres caídos; vió caballos que corrían pisándose las tripas.

Pensó en dirigirle alguna pregunta, pero tardó varios días, porque el señor Soraberri era tardo en todo. Al último le dijo, con su majestuosa lentitud: ¿De quién es este niño, amigo Tellagorri? ¿Este chico? Es un pariente mío. ¿Algún Tellagorri? No; se llama Martín Zalacaín. ¡Hombre! ¡Hombre! Martín López de Zalacaín. No, López no dijo Tellagorri. Yo lo que me digo.

Como no gusto de frases pomposas, cuyo contenido pudiera alguien poner en duda, no me meto en decir que soy una dama y que usted es un caballero: diré sólo que soy una buena mujer, aunque pecadora, y que espero que sea usted un hombre bueno para y que como tal se conduzca.

Un día Juanito estornudó con gran fuerza y Fortuna introdujo el hocico en el bolsillo de la americana del abuelo, le sacó el pañuelo y fue a presentárselo a Juanito.

YEMAS ACARAMELADAS. Sin batirlas se echan yemas en un cazo, se les va echando almíbar algo fuerte, mezclando todo, y se acerca a fuego lento hasta que se cuaje; cuando está espeso se saca a una fuente a enfriar; después de fría se trabaja con azúcar fina y se rolla, tomando luego porciones como yemas y colocándolas en una lata manchada de mantequilla.