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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Con la multitud de ellos hay noticias, bien que no seguras, de que se mandó formar una junta de los capitanes de navio y coroneles que existian en Montevideo, para que reconociéndolos, manifestasen su dictámen sobre la utilidad ó inutilidad que ocasionaba á la Corona la prosecucion de los establecimientos. Todos únanimes, se dice, estuvieron por este último: tales probanzas tenia la causa.

A que respondimos todos unánimes, que estábamos aparejados á seguirle á donde quiera que fuese; no tuvimos aquel día otra agua que beber sino de un pantano de malísimo olor.

Todos han ensalzado unánimes la serena melancolía que el libro revela, la mirada firme y desengañada que el autor dirige sobre las cosas humanas, la amargura sin misantropía con que juzga nuestro estado social, y la verdad poética con que le ennoblece.

Este, convencido de la fidelidad que le guarda su esposa, no da crédito á tales rumores; pero como son muchos y unánimes los que lo afirman, concibe al fin sospechas, y se oculta una noche cerca del balcón.

Aquel acto fue acogido con unánimes aplausos, y vi que Sarto se sonreía satisfecho, pero no Tarlein, cuya sombría expresión revelaba su disgusto. Pasamos el resto de la cena en silencio; ni Flavia ni yo podíamos hablar.

Pero sin disminuir por malas artes su gloria, lo presente te galardona con fama imperecedera, y lo futuro te la conservará.... Cicerón dijo que es buen orador el que agrada al pueblo. Complácele, pues, que ninguno discrepa de opinión; antes todos claman unánimes que lo óptimo es lo que Lope dijere, y esta ley es regla poética.

Pero ya era tarde: estaba allí mudo y perplejo, cubierto su espíritu de una nube sombría. Entre tanto, el nuevo orador divagaba á sus anchas por el campo de la historia y de la política, y, por último, expuso la necesidad de la manifestación preparada para el siguiente día. Todos se levantaron unánimes, gritando: "¡!"

46 Y perseverando unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón, 47 alabando a Dios, y teniendo gracia con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos.

De nuestras pobres naves se mofaron; su aciago fin unánimes previeron... Y pronto todos por seguro dieron el desastre español que presagiaron. ¿Cómo luchar con tan maldita estrella y hacer que la bandera se salvara? Sólo hubo un medio: el de morir con ella. Y antes que el enemigo lo pensara... ...¡rompió el pobre almirante "la botella..." ¡y se tiró los vidrios a la cara!! Madrid, Mayo, 1898.

Todos permanecen ante la puerta cobardes, mudos y quietos. El Caballero entra solo, y sus voces bajo la bóveda del zaguán, se alejan y se pierden. Los cuatro mancebos se retiran del balcón, unánimes en el impulso violento y fiero.

Palabra del Dia

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