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Actualizado: 18 de noviembre de 2025


Y en verdad que merece la pena: el arte que nació en el Oriente, que tuvo mas tarde por patria á Grecia y que por último se guareció en Roma, habita hoy en Paris. En este poderoso bazar del lujo y de la pompa, tiene en nuestros dias su templo.

El mocetón grave, de carácter áspero, tuvo para el pequeño dulzuras y atenciones que sorprendían á la familia. Cuando el gabarrero iba á Bilbao, llevábase á Luis, dejándolo en las banquetas de los escritorios mientras ajustaba con los señores la cuenta de sus viajes.

Está el cuitado como adolecido desde que tuvo el primer anuncio, que fueron las luces de la Santa Compaña. ¿Vió a la Santa Compaña? la vió.... Era una hueste muy luenga de ánimas en pena, todas vestidas de blanco. Pareciósele de noche en el Campo de la Iglesia. ¡Allá, en Viana!

Pasó tiempo, mucho tiempo, durante el cual Rosalía oyó medio sermón patético, aflautado, un guisote de lugares comunes con salsa de gestos de teatro; oyó cantorrios más o menos gangosos, y por último se hizo tan tarde, pero tan tarde, que desesperando ver el fin de la dilatada función, tuvo que marcharse sin hablar con Milagros.

Falto de víveres y sobre todo de un gefe, fue pasando de la abundancia á la escasez, de la escasez al hambre, del hambre á la anarquía. No pudo, al fin, sufrir mas: tuvo que apelar á la piedad del vencedor, y hasta en ese momento fue el mas desdichado de los pueblos. No obtuvo de él sino la vida, no obtuvo siquiera el derecho de permanecer en sus hogares, de conservar su hacienda.

Yo cogí muchas, muchas flores para ella, y sólo éstas podían decirla mi pensamiento, cuando se las ofreció mi mano temblorosa, después de haberlas cogido en las faldas de los montes. Pronto tuvo la cintura enteramente florida, y en su mirada florecía también una sonrisa... Pues bien; mire usted, lea...

Y fué allí, entre románticas melenas y retóricos madrigales, en la exaltación de la nueva escuela revolucionaria y las violentas aspiraciones de libertad, expresadas en odas y octavas reales, donde el bardo que elogió a la atormentadora Teresa tuvo el mal acierto de lanzar sus sarcasmos byronianos contra la rigidez de escuela o las virtudes militares del conde de Cheste.

Tanto charló aquel hombre, que Fortunata, después de haberle rogado para que entrara, le tuvo que echar con buen modo: «Pero don Plácido, mire que se le va a hacer tarde...». ¡Ah!, ... ¡la culpa la tiene usted que es lo más habladora...! Abur, abur... Fortunata no salía nunca a la calle. Ella misma se arreglaba su comida, y Segunda, que tenía puesto en la plazuela, le traía la compra.

Psch... ¿y a , qué? Mira dijo ella cuando llegaron a un sitio menos desierto , no me cuentes más historias. No quiero saber más. Punto final. Rompió a reír, a reír, y el Delfín tuvo que preguntarle muchas veces la causa de su hilaridad para obtener esta respuesta: «¿Sabes de qué me río?

Así el dicho hermano; y yo en prueba de todo lo que él dice, quiero apuntar algunos casos en particular. Díjome, no ha mucho, un Padre qué fué Superior de aquellas Reducciones, que por muchos meses no tuvo otra cosa de qué sustentarse, sino raíces de yerbas, y faltándole éstas también, acosado de la hambre, se vió precisado á andar en busca de frutas silvestres.

Palabra del Dia

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