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Actualizado: 18 de junio de 2025
Sus sargentos habían sido contramaestres; muchos de sus oficiales, ingenieros y dueños de taller. De pronto, los que subían tropezaron con los férreos habitantes del bosque.
Levantando la cortinilla, buscó un momento en el misterioso, santo y venerado hueco... ¡Oh!, no había nada. Busca por aquí, busca por allí y nada... Acordose de que no era aquel el sitio donde está la custodia, sino otro más alto. Subió al altar, puso los pies en el ara santa... Busca por aquí, por allí... ¡Ah!, por fin tropezaron sus dedos con el metálico pie de la custodia.
Llevé la mano al sombrero y busqué con la vista al sacerdote portador de la sagrada forma; pero no le vi. En su lugar tropezaron mis ojos con un anciano, vestido de negro, que llevaba colgada al cuello una medalla de plata; a su lado marchaba un hombre con una campanilla en la mano y un cajoncito verde en el cual la mayoría de los transeúntes iban depositando algunas monedas.
Al decir esto no pudo impedir que una ola de carmín tiñese de nuevo sus mejillas. Volvió, para disimular, la cabeza. Sus ojos tropezaron con los de Amalia, que se posaban sobre ellos lucientes, acerados. Contempláronse un instante. La boca felina de la valenciana se contrajo con una sonrisa. Fernanda quiso corresponder con otra tan falsa, pero no pudo.
Una sábana... ¡calla! replicó la joven levantando un poco los ojos hacia las costureras y volviendo a abatirlos rápidamente. Al mismo tiempo, los de Gonzalo y Venturita se tropezaron por encima de la cabeza de Cecilia, y de ellos brotó una chispa. Ya ven ustedes que hay para todas decía Pablito mirando al mismo tiempo fijamente a Nieves, como diciendo: «No hagas caso, esto lo digo por cumplir».
Preguntaba por su hija con insistencia. Esta se levantó del lecho apresuradamente, y a todo el escape de sus caballos voló al palacio de Requena. Osorio la acompañaba. Al entrar en la habitación de la enferma tropezaron con el duque, que les miró con semblante hosco. ¡Llegáis a tiempo! ¡llegáis a tiempo! gruñó sordamente. Y se alejó sin decir más.
En uno de los libros, al abrirle al acaso, tropezaron mis ojos con un nombre de mujer: ¡MATILDE! Así, entre dos admiraciones, como un grito de alegría, como la expresión de la más dulce esperanza, como la confesión de un afecto sofocado en el pecho, que un día se nos escapa irresistible y delata ante la malicia estudiantil, ante la cruel y dura indiscreción de los condiscípulos, que una mujer de ese nombre tiene en nuestro corazón un altar, donde recibe culto y homenajes; donde sólo ella reina, señora de todo afecto puro, dueño de todos los pensamientos, soberana de nuestro albedrío.
Lo primero con que tropezaron sus ojos fué con el baúl de Soledad cerrado en medio de la sala. Dejó la lámpara sobre la mesa, comenzó á pasear por la estancia chupando el cigarro y envolviéndose en nubes de humo. Concluyó el cigarro y encendió otro, y después otro. Fumaba maquinalmente y daba vueltas, hasta que concluyó por marearse.
Descríbanse los indígenas. 14. ¿Cómo impidieron el desarrollo del país? 15. ¿Qué logró la familia de Belzares? 16. ¿Cómo logró el gobierno establecer una colonia permanente? 17. ¿Cuánto se extendió el dominio español? 18. ¿Con qué dificultad tropezaron los colonizadores? 19. ¿Qué cambio de gobierno se hizo en 1742? 20. ¿Qué provincias se agregaron después?
Después que lleguemos a ese bosque vas a experimentar una sorpresa. ¿De veras? Ya verás, ya verás. En efecto, así que estuvieron en el bosque y caminaron algún tiempo por él, tropezaron con una cueva tapada a medias por los árboles y la maleza. Marta, sin decir palabra, se introdujo en ella, y en dos segundos desapareció.
Palabra del Dia
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