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Actualizado: 11 de junio de 2025
Los libros que leía, las lecciones que escuchaba, dejaban en su espíritu profunda huella; y el pobre muchacho, traído del campo hasta la morada del obispo, trasladado de pronto desde la libre existencia de los prados y montes al severo recinto por donde vagaban, como espectros atezados, los familiares de su tío; obligado a cambiar de género de vida, rodeado siempre de rostros en que parecía delito la sonrisa, sin nadie a quien poder trasmitir las primeras impresiones que, como bandada de pájaros no avezados al vuelo, se alzaban en su alma, fue poco a poco haciéndose reservado y triste; sintió anublado su espíritu por las sombras que la soledad engendra, y sólo halló para sus cavilaciones puerto de refugio en la esperanza del porvenir.
Vamos, que ni los emparedados, ni los flanes, ni los almíbares se habrían podido hacer en la cocina de Visita, y sin decir ¡agua va! habían trasladado su campamento a casa de Vegallana. La idea les había parecido muy graciosa a Obdulia y a Visita. Habían sorprendido a la Marquesa que dormía la siesta en su gabinete. Salvo el haberla despertado, todo le había parecido bien.
En lo único que no soy eco y en lo único que resulta la disonancia es en lo que me parece afectada ponderación; algo que veo en mi espíritu como trasladado a la vida real desde lo sofístico y aparente del teatro. ¿Cómo he de creer yo con formalidad y sin risa que para representar bien a la emperatriz Teodora, mujer de Justiniano, necesita Sarah Bernard leer a Procopio en griego, atracarse de Pandectas hasta el extremo de desencuadernar el volumen que las contiene y hacer otros mil estudios profundos y enrevesados para enterarse de cosas que probablemente la misma emperatriz jamás supo?
Así vemos trasladado el sistema de las relaciones al órden de las apariencias, en cuanto afectan las facultades susceptibles de placer: armonizándose de una manera admirable la razon con el sentimiento, de la propia suerte que habíamos encontrado armonizados el entendimiento y el sentido.
Quedaban, es verdad, en la orilla izquierda del Plata las mujeres, los hombres materiales, aquellos que pacen su pan bajo la férula de cualquier tirano; los hombres, en fin, para quienes el interés de la libertad, la civilización y la dignidad de la patria es posterior al de comer o dormir; pero toda aquella escasa porción de nuestras sociedades y de todas las sociedades humanas, para la cual entra por algo en los negocios de la vida el vivir bajo un gobierno racional y preparar sus destinos futuros, se hallaba reunida en Montevideo, adonde, por otra parte, con el bloqueo y la falta de seguridad individual, se había trasladado el comercio de Buenos Aires y las principales casas extranjeras.
Rebientan por dezirle que es un impertinente, un tonto, y en fin, un mal poeta, mas enfrenalos al punto el temor de la imaginada cicatriz en el rostro, ó la memoria tremenda del bosque trasladado á sus espaldas. En suma, puestos en la ocasion del padecer, mueven con las recientes heridas á conmiseracion al propio imperante.
D. Jacinto Rodriguez Rico, natural de Villamayor, diócesis de Leon: siendo Dean de Zamora fue nombrado Obispo de Teruel: tomó posesión en 20 de Marzo de 1826, y fue trasladado a Cuenca en Junio de 1827.
¿Quién ha dicho que ibas a quedar inútil para la lidia? exclamó el doctor, satisfecho de su habilidad . Torearás, hijo; aún te ha de aplaudir mucho el público. El apoderado asentía a estas palabras. Lo mismo había creído él. ¿Así podía acabar su vida aquel mozo, que era el primer hombre del mundo?... Por mandato del doctor Ruiz, la familia del torero se había trasladado a la casa de don José.
Contre de sixte. Ripostez... ¡Ah bien! Parez seconde. Rispostez ¡Ah bien! Don Rosendo se creía trasladado a París, y veía en don Rudesindo, Folgueras y Sinforoso, a Grisier, Anatole de la Forge y el barón de Basancourt. El Faro no era El Faro, sino Le Gaulois o Le Journal des Debats.
Únicamente lo hubiese sido para evitar que en Madrid hombres, niños y mujeres durmieran a la intemperie en las noches de invierno, refugiándose en los quicios de las puertas y en los respiraderos de las cuadras, mientras permanecían cerrados e inservibles en el paseo de la Castellana los grandes hoteles de la gente rica, hostil al gobierno, que se había trasladado a París cerca de los Borbones para trabajar por su restauración.
Palabra del Dia
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