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Actualizado: 22 de junio de 2025
Gracias a su carácter bondadoso, alegre y simpático, más que a su aplicación, terminó el joven marqués de Peñalta la carrera. En el colegio todo el mundo le quería, lo mismo alumnos que profesores. Era uno de esos muchachos francos y entrañables con los cuales es difícil reñir, y que todos buscamos para depositar alguna misteriosa confidencia del corazón en los amargos trances de la vida.
Estaba en el suelo, agitada por una crisis nerviosa, y se revolcaba pataleando, mostrando sus flacas y tostadas desnudeces de animal de trabajo, mientras se tiraba de las greñas, arañándose el rostro. ¡Mi hijo!... ¡Mi Antoñico!... Las vecinas del barrio de los pescadores acudieron a ella. Bien sabían lo que era aquello: casi todas habían pasado por trances iguales.
Y el padre señalaba con los ojos el cuchillo regalado por Febrer al Capellanet, que estaba ahora abandonado sobre una silla. Luego habían descubierto al señor, caído de bruces cerca de la escalera de la torre. ¡Ay, don Jaime, qué susto el de Pep y su familia! Le habían creído muerto. En estos trances es cuando se conoce el cariño que se tiene a las personas.
Al punto se dejó escuchar un coro de gritos y voces en todos los tonos y con toda la discordancia que para tales y semejantes casos tiene reservados el diapasón femenil. Acudieron por de pronto los esclavos y eunucos negros del harén y principiaron a moverse en todas direcciones con aquel acuerdo que se acostumbra en los trances apurados.
Era peritísima y agilísima para ayudar a cualquier mujer en los más duros trances de Lucina, y muchas se confiaban y se entregaban a ella, porque jamás se le había desgraciado ninguna criatura, y porque la madre como no fuese muy enclenque, a los seis o siete días de salir de su cuidado estaba ya en pie, y a menudo iba a misa, y si se presentaba la ocasión bailaba el bolero.
Aquel discreto JUAN DE VASCONCELOS Venia delante en un caballo vayo, Dando á las musas Lusitanas zelos. Tras él el capitan PEDRO TAMAYO Venia, y aunque enfermo de la gota, Fue al enemigo asombro, fue desmayo. Que por él se vió en fuga, y puesto en rota, Que en los dudosos trances de la guerra Su ingenio admira y su valor se nota.
Que le estaba permitido el salir de tres en tres años para procurar su libertad, y que en distintos trances se había dejado ver de algunos, para que le facilitasen su rescate, pero que nunca logró el cabo y el fin deseado, pues de ellos, a unos les faltó el valor, otros desmayaron en la mitad del camino y muchos no llenaron los requisitos y condiciones que se les habían impuesto, perdiendo así el premio de su trabajo; y al decir esto levantó la tapa y sacó de la tinaja más cercana, como por muestra, el puño lleno de la arena más fina de oro, que era lo que reposaba en aquellos vasos.
Quien en una noche terrible y suprema como aquélla haya velado a su hija o a su madre comprenderá lo que nosotros no sabríamos explicarle; y aquellos a quienes su buena fortuna no haya puesto en tales trances pueden bendecir a Dios por no verse en el caso de tener que comprenderlos. Amaury y Antonia no apartaban su mirada del doctor.
Castizo, correcto, parece que buscara los trances más difíciles de la sintaxis, como para probar que los tesoros del español son inagotables. ¡Qué galana facilidad y qué facilidad de pincel! Sus versos quedan en la memoria, y siempre su recuerdo trae una sonrisa. Quién que haya leído El Cazador y la Perrilla, no verá siempre aquella perra enteca, flaca, que
Aunque él, Bonis, no creía en varios dogmas, ni menos en los prodigios de la Biblia, reconocía que la Iglesia en aquellos trances parecía efectivamente una madre....
Palabra del Dia
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