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Actualizado: 26 de junio de 2025
¡Echad! exclamó al cabo de un rato Van-Stael. Los chinos arrojaron los moluscos en las calderas. Por algunos instantes se les vió agitarse y contraerse desesperadamente; después quedaron inertes en el fondo del agua, que hervía a borbotones. El Capitán, entre tanto, no apartaba la vista del reloj que había sacado, y que tenía en la mano. Ocho minutos dijo ; el trépang está a punto.
Así como hay pescadores de arenques, de ballenas y de focas, hay pescadores de trépang, los cuales todos los años, en la estación propicia, llegan desde los puertos más lejanos hasta las aguas del estrecho de Torres, del mar de Coral o del golfo de Carpentaria.
Los preparadores del trépang aún no habían encendido las fornallas y sostenían viva discusión con el viejo marinero, el cual de vez en cuando daba alguna que otra puñada en la rapada cabeza a los hombres amarillos. ¿Qué pasa aquí? preguntó Van-Stael desde lejos, arrugando el ceño. ¿Habrán asaltado los indígenas el campamento? dijo Cornelio. No puede ser: habríamos oído los tiros.
En otros tiempos Van-Stael, que gozaba fama de valiente hombre de mar, había navegado por su cuenta y en nave propia, dedicándose a la pesca del trépang; pero a los cuarenta años, cuando ya se creía suficientemente rico para acabar su vida entre comodidades en alguna ciudad del Extremo Oriente, tuvo la desgracia de arruinarse.
La tripulación china, que los había abandonado vilmente en el momento en que iban a emprender la persecución de los salvajes para recobrar las calderas, no estaba a bordo del junco. Todos habían desembarcado, y estaban dispersos entre las tiendas, los depósitos de trépang y las hornillas; ¡pero en qué estado!
¿Qué pasa, tío? preguntaron Hans y Cornelio, que habían acudido a la exclamación de Van-Stael. ¡Que estamos arruinados, hijos míos! ¿Han saqueado los depósitos? Peor que eso. Nos han imposibilitado para pescar más, pues han robado las calderas, y no tenemos otras. ¡Las calderas! exclamó Cornelio. Sí, sobrino dijo el Capitán con voz ronca . ¿Cómo vamos a preparar en adelante el trépang?
Se sentía con fuerzas todavía para rehacer su fortuna; y vuelto a Timor, ofreció sus servicios a un rico negociante de trépang, el chino Lia-King, el cual, sabiendo con qué experto y hábil marino trataba, no dudó en confiarle el mando de uno de sus mejores juncos.
Van-Stael, Hans y los chinos, despertados por el vocerío y los disparos, se pusieron en pie; pero mientras los dos primeros se dirigían hacia los depósitos de trépang, para evitar que fueran saqueados, los chinos huían en tropel hacia la playa para embarcarse en las chalupas. ¡Adelante, muchachos! había gritado el Capitán; pero sólo siete u ocho hombres le siguieron.
Vaya, no perdamos tiempo; y si los salvajes están todavía a tiro de fusil, tratemos de aligerar su retirada. Al ser asaltados, quizá abandonen las calderas. ¡Andando; a escalar las rocas! Era inútil pensar en seguir pescando mientras no volvieran a su poder las pailas para la preparación del trépang.
Palabra del Dia
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