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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Aquellas calles estrechísimas, tortuosas, desiguales; aquellos patios de jaspeadas columnas atestados de flores, que se divisaban al través de las cancelas, formando contraste con la modesta apariencia de las casas; el filete de cielo azul resplandeciente que se veía allá arriba, forzando con su viva luz irresistible la angostura de las calles; la animación y el ruido que por todas partes reinaban, despertaron en mi alma una alegría que jamás hasta entonces había sentido: la alegría del sitio.

Comenzaba a amanecer, pero las primeras y vagas luces del alba a duras penas lograban colarse por las tortuosas curvas de la calle de los Gastros, cuando el señor Rosendo, el barquillero que disfrutaba de más parroquia y popularidad en Marineda, se asomó, abriendo a bostezos, a la puerta de su mezquino cuarto bajo.

Bien estaría la casita de los novios; pero no tanto cómo el chalet que ella tenía en lo alto de «su mundo»; y en cuanto al piano, por superior que fuera, ¿a que no sonaba tan bien como el suyo, cuando se ponía a tocarle después de dar un paseo por las tortuosas veredas de su paraíso, con «el arcángel» que se le custodiaba?

Contemplo estas casas solariegas, grandes y negras, con su alero ancho y artesonado; me meto por las callejuelas de pescadores, empinadas y tortuosas. Algunas de estas calles tan pendientes tienen tres y cuatro tandas de escaleras; otras están cubiertas y son pasadizos en zig-zags.

La luna resplandecia en lo alto del horizonte; pero no alumbraba sino los techos de sus viejos monumentos: sus estrechas y tortuosas calles estaban casi todas cercadas de tinieblas.

Sus raíces, que no había podido cubrir la poco profunda tierra vegetal, envolvían á la roca hasta larga distancia: rastreras y tortuosas como serpientes, se reunían en un tronco bajo y nudoso que parecía tomar posesión de la montaña; las ramas del árbol luchador se habían torcido ante los ataques del viento, pero sólidas y recogidas sobre si mismas, podían arrostrar aún el esfuerzo de cien tempestades.

Si se ven algunas calles y alamedas espaciosas y alegres, la gran masa de la ciudad está cortada por callejuelas sucias, tortuosas, oscuras, empedradas con guijarros, estrechísimas, complicadas en laberinto, completamente moriscas.

La desigualdad del terreno sobre que está sentada la capital lusitana, y el poco interes que se han tomado por su nivelacion posible, hacen que el que la visita y estudia se canse y fatigue al recorrer sus tortuosas calles, en cuesta la mayor parte.

La de Raynal, refractaria a un corto viaje a Amiens, se dejó seducir por la perspectiva de una expedición elegante, rodeada de un lujo y de unas comodidades que halagaban su orgullo de niña mimada, y el joven agregado de embajada obtuvo un éxito de buen agüero para su carrera diplomática. El carruaje dejó las calles tortuosas de Granville y tomó el camino de Saint-Pair.

En el fondo de esos despeñaderos demoran los pueblecitos ó caseríos de Bossons y los Peregrinos ó Nant, tranquilos y pobres, rodeados de bosques y praderas. Mas abajo se desarrolla el valle, luciente de lozanía, rico en flores y perfumes, y salpicado de animales de cria cuyo movimiento desigual por las tortuosas márgenes del Arve completa el encanto de aquel bellísimo paisaje.

Palabra del Dia

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