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Actualizado: 5 de junio de 2025


Así que salimos á la plaza de la Concordia, divisamos, entre el juego de muchas luces particulares, un surco contínuo de fuego, tirado á cordel; á medida que el coche avanzaba, veiamos escaparse, como apariciones fugitivas, la rica y espaciosa calle de Castiglioni, divisando como un relámpago la enorme columna de Vendome; la plaza y la fachada del palacio Real, iluminadas perfectamente, el anchuroso bulevar de Sebastopol, con sus dos hileras de faroles que se van juntando á medida que la mirada se prolonga, hasta que se pierden en un montecillo de luces trémulas, á una distancia que parece de ocho ó diez millas; el gigantesco torreon negro, con su jardin alrededor, como una azucena sembrada al pié de una roca deforme; el palacio de la Ciudad y su plaza, alumbrada por grandes faroles, la caserna de Napoleon, hasta llegar á la Bastilla, plaza extensa, menos brillante que la de Vendome ó la de las Victorias; pero no menos interesante como teatro histórico.

Gracias á Dios exclamé, que ya he oído algo que corresponda al pomposo título de ciudad que lleva Agaña; mas al observar que por ningún lado veía torre ni torreón, no pude menos de interrogar al Padre, á fin de que me mostrara dónde estaba situado el aparato. El aparato me replicó con tono amargo mi compañero de paseo, que no es ninguna vulgaridad, está allí; y me señaló el hueco de la ventana.

A la izquierda se yergue el cabezo árido de Cabreras; a la derecha el monte de Castalla avanza decidido; se detiene de pronto en una mella enorme; en el centro, sobre el azul del fondo, resalta el ingente peñón de Sax, coronado de un torreón moruno.

Después, solo el anteojo percibe cual blanca gaviota posada sobre un copo de espuma, el torreón del faro: más tarde, la espuma se funde en el Océano, la gaviota desaparece en los mundos de la luz, la bruma se disuelve en los cielos, y al borrarse en la retina la última línea de la ciudad murada, se abre un nuevo registro en los misterios de los recuerdos.

La esquila que en el sombrío torreón produce los sonidos de la oración vespertina, vibra en el mundo del sentimiento con una forma extraña; tiene un no qué indefinido, misterioso, incalificable. Las campanadas que siguen al crepúsculo son el sublime canto funeral que el cristianismo creó á la muerte del día.

El Casino Turolense. El Teatro. La Plaza de Toros. El Cementerio. El Torreon de Ambeles. La Torre Lombardera. La Muralla de Teruel.

El paso de cada torreón deslumbrante era acogido con un grito general: «¡Esto es carne!...» Poco después decían á coro: «¡Esto es tomate!...» Transcurridos unos minutos, afirmaban á gritos: «¡Ahora son guisantes!» y todos se asombraban de que un ser en figura de persona, aunque fuese un coloso, pudiera alimentarse con tales materias que esparcían un hedor insufrible para ellos, casi igual al que denuncia la putrefacción.

Sin embargo, escuchábase por momentos una risa tenue y temblorosa comparable al ceceo del agua en las fuentes. Después de esperar en vano, subió hacia la ciudad. El torreón del Alcázar destacaba su sombra formidable sobre el cielo límpido y verdoso. Era casi de noche.

Poldy, por irreflexivo y curioso instinto, siguió andando por la margen de la laguna hacia el sitio donde el torreón se parecía. Y estando ya muy cerca de él, vio de improviso un objeto que, si bien ella no era tímida, le produjo un sacudimiento nervioso, por mostrarse tan de repente y cuando menos lo recelaba.

Llovían escombros. Al volver la cabeza vió su castillo transformado. Acababan de robarle medio torreón. Las pizarras se esparcían en menudos fragmentos; los sillares se desmoronaban; el cuadro de piedra de un ventanal se mantenía suelto y en equilibrio como un bastidor. Los maderos viejos de la caperuza empezaron á arder como antorchas.

Palabra del Dia

rigoleto

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